De un tiempo a esta parte proliferan en las series de ficción aquellas tramas que entrecruzan investigaciones criminales con el pasado de las autoridades encargadas de llevarlas a buen puerto. Secretos inconfesables, actuaciones poco decorosas y comportamientos deshonrosos que sus protagonistas guardan con celo. Si ven la luz, su desarrollo personal y profesional se verán afectados. Como ven, un argumentario recurrente, exprimido como las naranjas para hacer zumo. Cada cuál introduce picante en sus historias como buenamente puede, o sabe. ‘Il processo’, serie original de Netflix, se agarra a unos parámetros fácilmente manipulables para construir un drama judicial insípido, de desarrollo monótono.
La crea Alessandro Fabbri, autor tras las series ‘1992’ y ‘1993’, en las que se realiza un penetrante retrato del cambiante contexto político y social de la Italia de principios de los noventa. Vittoria Puccini y Francesco Scianna interpretan al fiscal y al abogado defensor en un juicio por asesinato. La acusada, que en todo momento defiende su inocencia, es hija de un conocido y acaudalado empresario, cuyo marido, relacionado con la víctima, acaba de suicidarse. Prostitución de lujo, chicas de compañía, compra de voluntades e infidelidades compactan el enredo. Da la impresión que el carácter adinerado de los protagonistas se incorpora al guión para aportar un plus de cinismo y sordidez inalcanzable para la gente corriente.
El juicio que tiene lugar no es creíble
‘Il processo’ convierte la sala de vistas en un circo, donde el enfrentamiento entre acusación y defensa se dirime a partir de unas testificales poco creíbles, sacudidas por tormentos y tensiones que apelan al melodrama. Las interpretaciones de Vittoria Puccini y Francesco Scianna incrementan la sensación artificiosa de lo trascendente. Histrionismo, preguntas capciosas, interrogatorios intimidatorios y discusiones inadmisibles, nutren un ejercicio de la abogacía caracterizado por el postureo.
Los amantes de lo jurídico echaran en falta esas polémicas amasadas a base de vibrantes interpelaciones, réplicas y contra réplicas que han dado lustre al género. Ante la ausencia de diálogos consistentes, siempre queda como socorrido recurso el golpe de efecto, a lo que la propuesta acude sin miramientos. El calvario interior de los personajes, incluido secundarios, me resultan bastante indiferentes. Por lo menos tiene una aseada producción y cierto sentido de lo artístico.
Insuficiente.
Nuestra valoración