Rob Savage pega con ‘The boogeyman’, desabrida adaptación del brillante relato breve homónimo que Stephen King publicó en marzo de 1973 en la revista Cavalier y que posteriormente, en 1979, formaría parte de la compilación «El umbral de la noche», el braguetazo de su vida tras una carrera en los márgenes. Un trabajo que el cineasta británico firma bajo el cobijo de la antigua 20th Century Fox, ahora en manos de Disney y llamada 20th Century Studios.
Ahora habrá que ver si Hollywood le permite seguir en esta línea de trabajo o, por contra, ha de refugiarse nuevamente en sus producciones indies. La crítica especializada, no demasiado halagüeña con ‘The boogeyman’ aunque tampoco excesivamente furibunda, abre una puerta a la esperanza. Aunque para el fan, visto lo poco o nada que hay aquí del Rob Savage de la muy provechosa e imaginativa ´Host´ (2020), esa esperanza se traduce en desidia.
Una senda muy trillada ya que confronta la evocadora naturaleza del relato original
Sophie Thatcher, vista en series como ´Yellowjackets´ o ´The book of Boba Fett´, Chris Messina, David Dastmalchian y la joven princesa Leia del universo seriefilo de Star Wars Vivien Lyra Blair encabezan ‘The boogeyman’. Una película bien empacada, y hasta cierto punto eficaz en lo que a generar miedo se refiere, que, partiendo literalmente del relato breve de King, poco o nada tiene que ver luego, en esencia, con dicho material base. Por lo que el ajeno al texto original quedará seguramente más satisfecho, sin tampoco por ello tirar cohetes, que el conocedor del material previo que da pie al film.
Del terror psicológico con muy mala leche que impregnaba la historia del autor de Maine pasamos aquí en ‘The boogeyman’ a una monster movie al uso mucho más cercana a esa ´Un lugar tranquilo´ (John Krasinski, 2018) que también firmara el dúo Scott Beck & Bryan Woods, autores del libreto de este film de Rob Savage, que a otra cosa. Parcela, la del guion, en la que también aparece acreditado Mark Heyman.
Una senda muy trillada ya que no tendría porque ser mala si se hubiera potenciado como debe, pero es que en todo momento se aprecia aquí, maniatada, la jugosa naturaleza del relato breve queriendo liberarse, y no pudiendo. Lo que hace que al final tampoco brille del todo lo que los guionistas pretendían hacer.
‘The boogeyman’: Un Coco muy solemne y dubitativo
El clásico Coco u Hombre del Saco es presentado en ‘The boogeyman’ bajo unos códigos escénicos que convierten el film de Rob Savage en una especie de secuela espiritual de ‘Nunca apagues la luz’ (David F. Sandberg, 2016). La oscuridad es la gran aliada de este enemigo que, según parece, se aferra a los más compungidos. Un grupo al que pueden adscribirse los Harper, la familia protagonista del film, tras el fallecimiento de la matriarca.
Ello da pie a una cinta que se toma muy en serio a sí misma. El tono solemne que impregna la cinta, reforzado por la oscuridad generalizada, no deja espacio para la socarronería y la ambigüedad del texto de Stephen King. Desprenderse de ese pasado que nos hace daño parece la mejor opción, al menos en lo espiritual, para dar esquinazo al mal. En lo físico hay medidas más eficaces para hacerlo. Y es ahí donde ‘The boogeyman’ camina algo dubitativa, construyendo una normativa interna algo permeable, y poco precisa o consistente, que termina generando muchas dudas.
Una I.A. adapta a Stephen King
La puesta en escena de Rob Savage es más que correcta, el diseño del monstruo tiene su punto, hay un buen reparto armando correctas interpretaciones, tenemos buen fondo de armario en una propuesta que se aleja en todo momento del terror más festivo… En fin, todos los ingredientes están en su sitio en ‘The boogeyman’. Pero lo que aquí falta realmente es la necesaria alma y personalidad propia como para salirse del carril prefijado por ese algoritmo que parece estar al mando del proyecto.
Aquí, una I.A. de esas tan de moda ahora, parece adaptar a Stephen King. Lo que hace que este film viva más cerca de recientes y grises nuevas adaptaciones como ‘Cementerio de animales’ (Kevin Kölsch & Dennis Widmyer, 2019) u ´Ojos de fuego´ (Keith Thomas, 2022). Cumplidoras, aunque inanes obras, con nula capacidad para permanecer en la memoria más de una semana.
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