Crítica de ‘Prisoners of the Ghostland’ (2021). Febril sake western

Ya en las postrimerías de la 54º edición del Festival de Sitges, que abriera sus puertas el pasado 7 de octubre, pudimos disfrutar de ‘Prisoners of the Ghostland’. Última propuesta del prolífico Sion Sono, a modo esta vez de agonizante alucinación febril de un furibundo Nicolas Cage a las puertas de la muerte, que busca redención moral tras una vida de fechorías.

La cinta, que funciona a modo de estilizada pesadilla post-nuclear fantasmagórica, empacada en forma de vistoso sake western, y con estilemas a lo actioner demente de Luc Besson; sigue una senda redentora similar a la de su protagonista. La obra se va redimiendo poco a poco ante el incrédulo espectador, tras un fogoso inicio que aparentemente va quedando en nada fruto de una propuesta que nunca va por el camino previsto; siempre y cuando este sea capaz de apartar los no pocos antojos formales de su director.

Entre rifles y katanas surge un héroe

Tras la disfrutona ‘Willy´s Wonderland’ (Kevin Lewis, 2021) y la petulante ‘Pig’ (Michael Sarnoski, 2021), Nicolas Cage completa la tríada de estrenos que nos tenía preparada para este año con ‘Prisoners of the Ghostland’. Film que ya pudo verse en enero en el marco del Festival de Sundance y que ahora llega a Sitges.

La película nos sitúa en Samurai Town, un pueblucho de una región japonesa arrasada por el fuego nuclear. Este, claramente americanizado a modo de aldea del far west por un excéntrico señor de la guerra apodado El Gobernador, malvive entre rifles y katanas subyugado por el miedo y la tiranía.

En una prisión del lugar reside el protagonista de nuestra historia, un ladrón de bancos sin escrúpulos ni nombre al que más tarde apodaremos como Hero. La misión que le encomienda El Gobernador, a cambio de su libertad, es bien sencilla: traerle de regreso a su nieta, Bernice. Esta, que huyó asqueada de Samurai Town junto a unas amigas, fue de Guatemala a guatepeor al caer presa en Ghostland. Una región cercana, que luce la ominosa vitola de maldita, y de la que nadie escapa.

Para ponerle la tarea más fácil a nuestro cabeza de cartel, su captor le pone unas estrictas normas. Tiene que completar la misión en un total de tres días si no quiere que unos explosivos, colocados estratégicamente en su traje, le tuerzan el día. Solo la voz de Bernice podrá aplacarlos en caso de necesidad.

Navegando por el mar de no entregar nunca lo que el espectador espera

Así empieza ‘Prisoners of the Ghostland’. Obra que une a dos mentes tan perturbadas como brillantes, Sono y Cage, una detrás y otra delante de la cámara respectivamente, en un claro ejemplo de que Dios los cría y ellos se juntan. El resultante es una inclasificable, psicodélica y fulgurante propuesta, con reprimida alma escénica de musical, solo apta para espectadores desprejuiciados. Ese que sepa apartar, en su justa medida, todos los aderezos puramente estilísticos del cineasta japonés, aun a riesgo de quedarse con la tremendamente quebradiza columna vertebral de un film que, en esencia, es pura serie B.

Fruto de lo anterior podríamos decir que no hay mucho donde rascar en ‘Prisoners of the Ghostland’, su base es la de un western arquetípico. Un solitario forastero llega a una arrinconada comunidad intimidada por el villano de turno, y a la que ha de prestar ayuda desinteresadamente. A partir de ahí Sion Sono trufa de referencias niponas, más visuales que otra cosa, una propuesta que navega continuamente por el ambiguo mar de no entregar en ningún momento lo que el ávido espectador está esperando de ella vistos sus cánones. Lo que puede transformarse tanto en virtud como en defecto.

El más fiel reflejo de lo anterior se muestra en el devenir del personaje de Psycho, el compañero de correrías de nuestro protagonista en su antigua vida. Un intimidante tipo, con pinta de miembro de Rammstein, interpretado por Nick Cassavetes. Su desenlace es un rotundo golpe en la mesa, a modo de autentica declaración de intenciones de Sion Sono y sus guionistas, que determinará, en grado sumo, el nivel de compatibilidad del espectador con ‘Prisoners of the Ghostland’.

‘Prisoners of the Ghostland’: Viaje sin retorno

Sofia Boutella y Bill Moseley acompañan a Nic Cage en ‘Prisoners of the Ghostland’. Un enardecido viaje sin retorno a un desmesurado más allá, de clara iconografía nipona y guiños yankees, poblado por: creepys maniquíes, hacinadas multitudes cercanas a la demencia y áridos paisajes.

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Un trabajo que, salvando las distancias, coge el testigo dejado el año pasado en Sitges por ‘Archenemy’ (Adam Egypt Mortimer, 2020). Ese tipo de películas atípicas y para nada del gusto del gran público, que acostumbran a salir apaleadas de la plaza por su simple condición de incomprendidas rarezas. Aunque aquí siempre encontrará un firme hombro en el que apoyarse.

Nuestra valoración:

Nota Rock and Films

Tráiler de ‘Prisoners of the Ghostland’

 

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