En los conflictos bélicos se les llama víctimas colaterales, en la economía el término es deslocalización. Son los eufemismos que empleamos para, quizá, limpiar nuestras conciencias ante realidades demasiado incómodas como para no endulzarlas. La crisis económica de 2008 dejó muchas ciudades y pueblos de occidente literalmente en zona de guerra. Arrasados por el cierre de empresas e industrias de las que subsistían, desplazadas a otros lugares (generalmente tercermundistas) donde los costes de producción son menores. Ese es el contexto en que se ubica ‘Nomadland’.
La mejor película de tinte social que he visto en mucho tiempo. Dirigida por Chloé Zhao, Frances McDormand da vida a una mujer que se mantiene a base de trabajos precarios. Unas semanas acá, unos meses allá, el caso es que estos empleos dan para lo que dan. Son los nuevos pobres. Vive en una vieja furgoneta, compartiendo los rigores de una vida nómada junto a otros como ella.
Frances McDormand se come la pantalla. Literalmente
Zhao convierte el medio oeste americano en territorio adverso: su desierto, las enormes planicies, la intemperie, las nubes escondiendo el horizonte, carreteras que parecen llevar a ninguna parte. Todo resulta cautivador. Imágenes cristalinas, bellísimas y desoladoras, acompañan a los personajes en su andadura. Son los supervivientes del sistema. Y en lo tocante a la protagonista, puede que también los desertores del mismo. A la precariedad laboral, a un futuro que no mira más allá del siguiente día, esta mujer une el recuerdo de su pareja fallecida. Surge la resignación y la melancolía por un pasado que nunca volverá.
Aquí, ‘Nomadland’ une lo material y lo sentimental en un relato agudo, perspicaz, que huye de los lugares comunes, donde la dignidad humana se abre camino pese a las dificultades. Frances McDormand está descomunal transformando la endeblez en arrojo, haciendo de su proceder, de sus decisiones algo inalienable. Si en ‘Tres anuncios en las afueras’ (2017) unas vallas publicitarias le servían para denunciar la pasividad policial, en ‘Nomadland’ son las estrecheces de una casa rodante lo que se erige como denuncia frente al orden de cosas establecido. Veo una cinta tristísima, que añora el pasado, pero que rezuma libertad por los cuatro costados. Son las paradojas de la vida, que el cine con su magia hace grandes.
Imprescindible.
Nuestra valoración
2 Respuestas a “Crítica de ‘Nomadland’ (2020). Desertar del sistema”