Los dos papas

Crítica de ‘Los dos papas’ (2019). Duelo de sotanas en el Vaticano

El cara a cara entre Joseph Ratzinger y Jorge Bergoglio que Fernando Meirelles esboza en ‘Los dos papas, distribuida por Netflix, basa su crédito en la fantástica caracterización que dos actores con solera despliegan en un ejercicio interpretativo mayúsculo. Anthony Hopkins como el papa Benedicto XVI y Jonathan Pryce como el futuro papa Francisco, fotocopian la marcada gestualidad de sus personajes, su aplomo al andar y esa mirada contemplativa del que cree estar en contacto con la providencia.

La película tiene un recorrido irregular

Los dos papas

Asegurado el aspecto formal, el contenido viene marcado por lo irregular. Alterna momentos brillantes al bucear en el interior de los protagonistas con disertaciones decimonónicas, ancladas en un mundo que desaparece, y al que la modernidad arrolla sin remedio. Es probable que ‘Los dos papas’ deje insatisfechos a muchos. Los de querencia ortodoxa no se verán reflejados en unos diálogos que pretenden subrayar la faceta humana, más personal, con toques de humor blanco al retratar a sus santidades.

El escéptico esperaría una mayor valentía al abordar asuntos como la pederastia y los abusos a menores, que tanto han dañado la imagen y reputación de la Iglesia. O una mayor tensión dramática al confrontar dos pensamientos antagónicos (¿o es que no lo son tanto?). Aquí Meirelles pasa de puntillas. Se nota  una implícita admiración por los sujetos a los que intenta diseccionar. Y en ese ejercicio de equilibrismo se deja aspectos cruciales en el camino.

Un pasado polémico, retrata al Francisco más humano

Los dos papas

Dónde ‘Los dos papas’ entra directo a la yugular es en el pasado más controvertido de Francisco. Cuando como jefe de los jesuitas argentinos tuvo que lidiar con la infame dictadura militar. Un nadar y guardar la ropa que bien podría sintetizar a pequeña escala, el comportamiento de la iglesia a lo largo de 2000 años de diplomacia.

Es comprensible la angustia de este hombre al rememorar un pasado que le martillea sin piedad. Abriendo en canal heridas que quizá no cicatricen nunca. Sometiendo la dualidad enfrentamiento componenda a un escrutinio demoledor. Del que no salen verdades cartesianas (claras y distintas) sino un panorama ambiguo que me deja tocado.

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