Interesante y eminentemente fiel adaptación de la particular obra de Alvin Schwartz y Stephen Gammell la obrada por el noruego André Øvredal en ‘Historias de miedo para contar en la oscuridad’. Film al que seguramente le pase factura una cierta falta de equilibrio entre los propios relatos, lo jugoso del lote, y el pegamento que los une, lo desabrido. Y es que al final esa brevedad del horror hará que salgas de la proyección más con sensación de aperitivo que de plato principal.
El origen de todo
Entre 1981 y 1991 el escritor y periodista neoyorquino Alvin Schwartz desarrolló una serie de tres libros infantiles, no tan infantiles, compuestos por pequeños relatos de terror basados en el folklore y en leyendas urbanas. Esas historias iban acompañadas de pesadillescas ilustraciones del también norteamericano Stephen Gammell, las cuales pasaron a la posteridad tanto o más que los propios relatos. Y en ello se fijó Guillermo del Toro, dando luz verde a ‘Historias de miedo para contar en la oscuridad’, la adaptación cinematográfica de una pequeña parte de esa obra.
Halloween de 1968. Nos situamos en Mill Valley, un pequeño pueblo que vive bajo el yugo de la leyenda negra de Sarah Bellows y su familia. El único rescoldo que perdura, al margen del propio mito, es la abandonada mansión en la que residían, lugar de peregrinación para devotos de lo sobrenatural. Allí Stella y un grupo de amigos hallarán un viejo libro, perteneciente a la propia Sarah. Libro que quizás nunca debieran haber desenterrado.
Así desarrolla André Øvredal ‘Historias de miedo para contar en la oscuridad’, un buen film que puede acabar sabiendo a poco en el que esos pequeños relatos de Alvin Schwartz y las poderosas imágenes de Stephen Gammell cobran vida. La cinta habita lejos de las dos excelentes últimas películas del realizador nórdico, ‘Trollhunter’ (2010) y ‘La autopsia de Jane Doe’ (2016), pero nadie osará poner en tela de juicio que se está curtiendo un gran cineasta de género.
Buscando, sin éxito, el equilibrio
Al margen del notable trabajo visual, al que luego le dedicaré su merecido espacio, quiero destacar la labor de los guionistas en lo que a adaptar la obra de Schwartz se refiere, huyendo en todo momento de la etiqueta de mera película episódica sin más. Estos han sabido crear una trama apéndice que comanda ‘Historias de miedo para contar en la oscuridad’, al tiempo que sirve como adhesivo para unir los pequeños relatos del autor de New York. Un hilo conductor de clara influencia ‘It’ (Andy Muschietti, 2017), e incluso ‘Stranger things’, que se entrega sin reparos a ese horror juvenil que, llegado el momento clave, trasciende lo meramente juvenil.
Aunque no todo es gloria. Como ya he mencionado antes a ‘Historias de miedo para contar en la oscuridad’ le falla el equilibrio entre ese pegamento que une las historias y las propias historias. Estas son la verdadera esencia del producto, lo que atrapa, lo que el ávido espectador quiere ver. Pero por contra André Øvredal y compañía ponen más el foco en la trama de Stella, trasfondo social incluido, haciendo que te quedes con una viva e incomoda sensación de insatisfacción. Un sentimiento que seguramente la película no merece, pero que está ahí.
Magnífica labor visual
La obra de Alvin Schwartz, y sobre todo las carismáticas ilustraciones de Stephen Gammell, son trasladadas fidedignamente por Øvredal y su equipo en ‘Historias de miedo para contar en la oscuridad’, perturbando en una escala similar. Que duda cabe que el trabajo en ese aspecto es impecable y delicioso.
Dentro de lo excelente que resultan todas ellas, ‘The Pale Lady’ es la que merece claramente el oro. Es la más perturbadora y angustiosa, y la que goza de más personalidad en lo escénico evocando a ‘El resplandor’ (1980). La titulada ‘Harold’, que abre el film, también deja patente la devoción y el respeto del equipo técnico por el material base. Luego hay otros relatos en los que se han tomado más libertades, visualmente hablando. Véase por ejemplo ‘The red spot’, con un plano escénico que trae a la mente de nuevo a Stanley Kubrick, o ‘Me tie dough-ty walker!’, de clara influencia William Friedkin. George A. Romero también es homenajeado en ‘Historias de miedo para contar en la oscuridad’, aunque este de manera menos sutil.
Pero de una forma o de otra todas esas historias resultan memorables, dándole empaque a ‘Historias de miedo para contar en la oscuridad’.
Más historias de miedo para contar en la oscuridad
Las críticas han acompañado, y la taquilla va por el mismo camino, así que no duden que en breve se de luz verde a una potencial secuela. Desde luego relatos de Alvin Schwartz quedan para dar y tomar. En ‘Historias de miedo para contar en la oscuridad’ apenas se han trasladado cinco de las veintinueve que formaban parte de los tres volúmenes originales.
Resaltaré que lo maduro del punto y final a este film nos pone los dientes muy largos de cara a que, una futura secuela, siga un poco la estela de esa ‘It’ en la que tanto se mira. Optar por coger a estos mismos personajes pero en versión más adulta, reforzando más aún sus personalidades y dramas, resultaría muy gratificante. Pero todo esto es pura especulación de alguien que se sorprende escribiendo sobre ‘Historias de miedo para contar en la oscuridad’ con más cariño del que le profesó mientras la veía.