Tras su exiguo aunque fructífero paso por Marvel, Scott Derrickson vuelve por sus fueros con ‘Black phone’. Siete años después de su última aportación al género, la infravalorada ‘Líbranos del mal’ (2015), el cineasta vuelve al redil con una más que notable cinta en la que adapta el relato breve homónimo de Joe Hill. Un trabajo bajo el resguardo de BlumHouse que, no solo ya amplia y mejora lo presente, sino que pasa directo a ser el film más redondo del cineasta dentro del terror.
Bajo el yugo de «El captor»
Finales de la década de los setenta. Un asesino en serie con filia por los adolescentes asola las calles de un tranquilo barrio de Denver. Este, apodado por los medios como «El captor», merodea de manera sibilina por la zona arrastrando tras de sí ya una lista de casi media docena de victimas.
‘Black phone’ pone en el centro de su mirilla a Finney y Gwen, una pareja de hermanos que vive con su atormentado y tiránico padre. Unos extraños sueños de Gwen, que presagiaban el rapto de uno de los críos, son la última y más desconcertante pista que maneja la policía en su búsqueda del psicópata. Aunque lo que no es capaz de vislumbrar la chica es que su propio hermano pasará en breve a formar parte de tan funesta lista.
Ahora es Finney el que permanece preso en el lóbrego sótano de «El captor», siendo su única compañía un descacharrado e inoperante teléfono. O eso al menos asegura su secuestrador. Cosa que el chico comprobará no ser del todo cierta cuando reciba unas misteriosas llamadas. Estas le reportan pistas en su tarea por huir de tan oscuro lugar. Pero, ¿Quién estará al otro lado de la línea?
Viendo el vaso medio lleno
Ethan Hawke, en el papel del perturbado asesino, lidera un reparto compuesto en su mayoría por jóvenes promesas. Entre ellas destacan sobremanera Mason Thames y Madeleine McGraw, los hermanos Finney y Gwen. También pulula por ahí Jeremy Davis, el icónico Daniel Faraday de la serie ‘Lost’, interpretando al padre de estos dos hermanos.
En el año 2004 Joe Hill publicaba el relato «El teléfono negro», dentro de la compilación titulada «Fantasmas»; primera del autor. Un texto muy inspirado en su propia infancia, según el propio Hill ha reconocido. Dicho material fue escrito para la revista The Third Alternative, aunque ya desde su creación luchaba por ser algo más que un simple relato breve. Aunque al final en esos terrenos se quedó.
Un potencial que debieron vislumbrar Scott Derrickson y su co-guionista de confianza, C. Robert Cargill. Estos ya tenían en mente adaptarlo antes de la marcha del realizador de ‘Doctor Strange en el multiverso de la locura’ (Sam Raimi, 2022). Un inesperado movimiento que, a la postre, impulsó definitivamente ‘Black phone’. Y es que no hay mal que por bien no venga.
Bajo la sombra de Stephen King
Aunque aquí, film a medio camino entre el thriller de terror y el terror psicológico, se adapta a Joe Hill, no es menos cierto que acaban saliendo a flote más elementos de su padre que de él. Algo que en el material original no pesaba tanto, pero que aquí desequilibra notablemente la balanza. Y es que la sombra de Stephen King es muy alargada.
De manera inequívoca un hecho real de la historia norteamericana más triste viene a la mente al pensar en lo narrado por Derrickson en ‘Black phone’: las andanzas de John Wayne Gacy. Más incluso que leyendo el relato de Hill, dicho quede.
Este, apodado como «Pogo, el payaso», violó y mató a más de una treintena de hombres entre 1972 y 1978. Cadáveres que posteriormente enterraba en el sótano de su casa. Año, este último, en el que precisamente se enmarca el film que ahora nos ocupa.
Los crímenes de Gacy siempre han sido reconocidos como una de las varias fuentes de inspiración de la novela «It (Eso)», publicada por Stephen King en 1986. Un obra de la que ‘Black phone’ bebe mucho. Pero es que dicho suceso también habita en la medula espinal de, por ejemplo: «Alumno aventajado». Relato anterior del autor de Maine, publicado en 1982 en su compilación «Las cuatro estaciones», que se apropiaba de la ruta del crimen de John Wayne Gacy y de muchos de sus hábitos, solo que desde una perspectiva menos sobrenatural y más thriller psicológico. Un prisma que tiene bastante más peso del que aparenta en esta cinta de Scott Derrickson.
El inevitable salto
Y no solo ya en la imaginería puramente formal de ‘Black phone’ se ve por el retrovisor la elefantiásica novela de Stephen King. En su fondo de armario también es posible apreciar su inconfundible poso.
Superar los miedos infantiles, como previo salto a la edad adulta, se rebela como esqueleto del film. Finney, asediado en clase por los arquetípicos matones de instituto y en casa por la imponente figura de su alcoholizado padre, tiene que dar ese salto. Un movimiento que ya le recomienda dar al principio de la película, por las buenas, uno de sus pocos amigos. Ese que posteriormente será también secuestrado por «El captor». Pero nuestro protagonista habrá de darlo al final y por las malas. A quién no le ha pasado.
Una figura, la del psicópata, que es inevitable no ver, no ya simplemente como un remedo de Pennywise, sino también como una representación del propio padre.
El personaje de Gwen también vive su particular arco, tan o más poderoso incluso que el del propio Finney. Demostrando la obra un gran trabajo de guion. Ella ve en su hermano esa figura paternal que nunca verá en su padre, y esa veneración casi divina moverá montañas. Es en ella precisamente donde surge otro tema recurrente de la bibliografía de Stephen King: los poderes psíquicos. Eso que en sus relatos apodaríamos como El resplandor, y que trufa no pocas de sus novelas. Una aportación de Scott Derrickson, reafirmando el continuo y grato homenaje a la figura de King, que en el relato de Joe Hill no asomaba el hocico.
‘Black phone’: sacándole todo el jugo posible al relato
Como ya habrá quedado claro todos los ecos a Stephen King quedan más patentes en la película de Scott Derrickson que en el relato de Joe Hill, y es que ‘Black phone’ es una magnífica prolongación del material base. Tanto el realizador como C. Robert Cargill aúnan esfuerzos por ampliar y mejorar el material base, un escrito de apenas treinta páginas que aquí es exprimido más y mejor en todos los aspectos.
Yendo a elementos individuales, podemos subrayar por ejemplo el villano construido aquí por Ethan Hawke. Un personaje igual, aunque muy diferente al del relato, que acaba siendo infinitamente más aterrador. Apuntalado por el genial diseño de la mascara, obra de Tom Savini.
A todo ello se le une el siempre eficaz diseño de producción que acompaña a Scott Derrickson en sus films, con una serie de características señas de identidad que nunca faltan. Por no citar unos sustos bien dosificados que funcionan de lo lindo.
Y ya solo queda emplazarles a finales de año, a nuestro especial sobre cine fantástico del 2022. Lugar en el que ‘Black phone’ tiene plaza asegurada.
Nuestra valoración: