El tour del horror (y del jumpscare) por los sumideros de Derry vuelve a tomar salida en ‘It, capítulo dos’, y aunque esta vez ya nos sabemos al dedillo cada uno de sus descensos en picado o sus loopings, la atracción no evita seguir funcionando igual. Y, en cierta manera, hasta es capaz de sorprender.
Evidentemente no podemos quitarnos de encima esa pegajosa sensación de que ‘It, capítulo dos’ funciona, única y exclusivamente, de las rentas; pero no por ello funciona peor o se le tiene menos cariño.
Se acabó la espera
Tras dos años de tensa espera, tiempo en el que las expectativas del ávido espectador cada vez cotizaban más alto, Andy Muschietti completa su visión de la famosa novela de 1986 de Stephen King. Visión que, por fortuna y como devoto de King, no difiere mucho de la del escritor de Maine.
Han pasado veintisiete años desde que siete jóvenes combatieran contra Pennywise, sucesos que presenciamos en ‘It, capítulo uno’ (Andy Muschietti, 2017). Pero el malvado ente no fue derrotado del todo, solo fue amedrentado. Varias desapariciones vuelven a asolar Derry, momento en el que a Mike Hanlon no le queda otra que reunir de nuevo al club de los perdedores, bajo el juramento que hicieron de volver si Pennywise volvía. Pero el olvido termina revelándose como un enemigo mucho más poderoso que el famoso payaso.
Así se inicia ‘It, capítulo dos’, cinta que cumple función reparadora respecto a aquella sensación de obra a medias que dejó ‘It, capítulo uno’, sobre todo de cara al fiel del libro de Stephen King. Entremezclar al club de los perdedores en versión joven y adulta es una gozada capaz hasta de ocultar posibles defectos. Por ese motivo ‘It, capítulo dos’ no es una secuela propiamente dicha, es más bien el cierre de un círculo que estaba incompleto. Nuestro particular rito de Chüd inacabado.
Cambio de tono
‘It, capítulo dos’ termina erigiéndose como un ‘Creepylandia’ tan excesivo como agradecido en el que cabe de todo. Efectivo melodramatismo de Kleenex, sci-fi estelar, comedia a lo buddy movie con un Richie y Eddie evocando a la reciente ‘Fast & Furious: Hobbs & Shaw’, épica, buenas y grotescas set-pieces de horror, reflexión, homenajes cinéfilos, ritos paganos, etc. En fin, un imperdible carrusel en el que apetece volver a montarse una y otra vez.
Si ‘It, capítulo uno’ poseía clara vocación de cinta de terror, dentro de su amalgama de géneros, ‘It, capítulo dos’ prefiere darle el timón más a la aventura. Cosa previsible para todo el que conociera mínimamente la novela, a cuenta y riesgo de toda su parte final casi a modo de búsqueda del tesoro. La comicidad también juega un papel importante, mostrándose casi como segundo de a bordo junto al terror.
Para mi sorpresa, muchos no han entendido ese cambio de rumbo. El cual también contagia al propio Pennywise, como miembro de la tripulación que es, convirtiéndolo en una caricatura de sí mismo, en contraposición a ese Pennywise terrorífico de su predecesora. Pero el cambio tiene absoluta justificación. En ‘It, capítulo uno’ Pennywise aterraba, ahora en ‘It, capítulo dos’ busca, sin éxito, aterrar. Si en ‘It, capítulo uno’ unos críos se enfrentan a un ser que, precisamente, se alimentaba de los miedos infantiles, ahora en ‘It, capítulo dos’ Pennywise se topa de bruces con los primeros adultos que le toman en serio, por lo que no le queda otra que mudar de piel ante el obvio fallo de sus cualidades. Este se refugia, como último recurso, en la caricatura del terror, en la autoparodia, reflejando su fortuita pérdida de poder.
Todo ello refleja la sana evolución de un producto que, bajo ningún concepto, ha querido quedarse estancado. Cosa que igual el público quería. O eso saco a relucir vista su deslucida reacción a la película.
Un reparto muy acertado
Seria injusto no resaltar la excelente labor de casting que luce el film. Y no sólo ya por la calidad de los intérpretes, que también, sino más bien por lo atinado del reparto. Todos los actores adultos escogidos parecen la viva representación de los jóvenes. Y eso le da un barniz especial al film.
Stephen King estará orgulloso
Aparcando pequeños detalles, de esos de devoto tiquismiquis, tanto ‘It, capítulo uno’ como ‘It, capítulo dos’ son ejemplares en cuanto a adaptar en fondo y forma una obra literaria. Andy Muschietti y Gary Dauberman, director y guionista respectivamente, han respetado en todo momento la novela de Stephen King, y se nota. Este díptico supura veneración por el material base, y más aún si se gozan en doble sesión, que es como creo deberían verse.
A la postre, ni ‘It, capítulo uno’ era ‘Ciudadano Kane´4’ (Orson Welles, 1941), ni ‘It, capítulo dos’ es ‘Crepúsculo’ (Catherine Hardwicke, 2008). Creo que ambas habitan en un mismo nivel, buen nivel a mi juicio; y ni mucho menos merecedor de esos extremismos que están recibiendo.