En ‘Avengement’, película producida por Netflix, Scott Adkins hace lo que sabe. Definido sin ambigüedades su rol, los amantes de la acción sin excesivas pretensiones pueden saborear un producto de manufactura más aseada que en precedentes trabajos. El director Jesse V. Johnson agita la cámara para mayor gloria de su protagonista, en una puesta en escena que gradúa los sobresaltos, pese a estar ante una cinta que se regodea en el exceso.
Una venganza. Resquemores largo tiempo incubados
Adkins da vida a Caín, un pobre diablo que al errar en la ejecución de un trabajo de poco lustre, va a dar con sus huesos en la cárcel. Entre rejas vivirá la ansiedad del que tiene puesto precio a su pescuezo. En permanente estado de alerta, los siete años que va a pasar en la sombra lo van a impermeabilizar. Lo que prosigue es la consabida planificación de la correspondiente vendetta.
Las escenas de acción, con explícita violencia, soportan la prueba de la verosimilitud merced a una impecable puesta en escena y a unos diálogos lanzados desde las tripas, sin medias tintas. Los continuos flashbacks ponen el acento en la metamorfosis sufrida por alguien que ha huido del ambiente marginal en el que finalmente se ve envuelto.
Adkins se encuentra encasillado
Pese al papel de tipo duro, rápido en el arte del mamporro en el que Adkins vive encasillado, creo que es un actor en gran medida desaprovechado. Sus rasgos, una fisonomía contundente y un semblante cortante, dan el pego para acaparar papeles de esta índole. Lástima que los guiones que escoge, o se le ofrecen, anden planos respecto a aspectos dramáticos.
No hay a priori incompatibilidad entre estas obras que arriesgan jugando con la exageración, y la introducción de recursos que aporten tensión narrativa. Recuerdo ‘Brawl in Cell Block 99’, con Vince Vaughn también enredado en una espiral de violencia extrema, en la que la trama poseía la virtud de lo imprevisible. ‘Avengement’ anda corta en este sentido. Su desarrollo y desenlace, que se intuye desde lejos, ofrece lo que cierto público estaba esperando. Por lo menos en esta ocasión, las singularidades que se le presuponen adquieren un impactante formalismo.