Camarón de la Isla, imagen promocional de su documental y serie de Netflix.

Camarón de la Isla, sus retratos más fieles: ¿Revolución o mito?

A veces la vida nos da sorpresas, hay raras veces que se alinean dos planetas para escribir la historia. Son cosas que pasan como el Cometa Halley, más o menos, cada 75 años. Esto le ha pasado a Netflix y a Camarón de la Isla.

Un día cualquiera confluyeron en la finca de los Domecq, en Jerez de la Frontera, dos jovenzuelos. Un tal José Monge Cruz, popularmente conocido como ‘Camarón de la Isla’, y un tal Francisco Sánchez, de nombre artístico ‘Paco de Lucía‘. Se miraron, congeniaron y en ese momento se fijó el año 0 del flamenco moderno, la revolución comenzó a fraguarse.

Otro día, mucho más reciente, confluyeron en Netflix otros dos torrentes creativos cuyas aguas corren a lo largo y ancho de la experiencia vital y la figura de Camarón. El uno, un documental sobre el genio de San Fernando, titulado ‘Camarón: flamenco y revolución’; el otro, una serie de seis capítulos también de carácter documental, titulado, ‘Camarón, de la Isla al mito’.

A día de hoy, habíamos visionado intentos más o menos interesantes para expresar la corta e intensa vida de Camarón como fue el largometraje de Jaime Chávarri, ‘Camarón’. En él cabe destacar a un excelso Óscar Jaenada pero esconde -por prescripción de los familiares del artista- uno de los capítulos más interesantes de la vida del cantaor: sus adicciones.

Y es que hasta hoy sólo teníamos eso, retratos de una u otra manera incompletos de quién fue Camarón, lo que significó para el flamenco y de las circunstancias que marcaron su experiencia vital. Ahora con ‘Camarón: flamenco y revolución’ y ‘Camarón, de la Isla al mito’ estamos más cerca de un retrato fiel del ‘Rey de los gitanos’. Un año después del 25 aniversario de su muerte estas dos obras completan la dimensión del artista.

CAMARÓN: FLAMENCO Y REVOLUCIÓN

Concretamente esas adicciones son las que no elude plasmar el realizador de Algeciras, Alexis Morante. Este es uno de los puntos fuertes del documental. Deja de lado el puritanismo y habla del tiempo en que Camarón tuvo que recogerse junto a su familia para limpiarse, literalmente. Una época difícil, en plena movida madrileña, donde la heroína y otras sustancias hacían estragos, y donde grandes artistas como Antonio Flores o Enrique Urquijo no pudieron superar esta batalla.

El documental fluye como el caballo desbocado que surca los capítulos más reseñables de la vida de José Monge a modo de hilo conductor. Quizás sea ese ‘potro de rabia y miel’ que representa a ese espíritu libre y rebelde del cantaor. Camarón no cantaba para los señoritos por dinero, cantaba “con tres copitas” y cuando estaba a gusto con su gente.

A caballo, nunca mejor dicho, entre el arte de Edvard Munch y las escenas cargadas de surrealismo de la cinta de Pink Floyd de ‘The wall’, el realizador nos regala también partes oníricas de animación que reflejan episodios trascendentales del revolucionario del cante. Un hecho que en principio te saca del documental, acaba convirtiéndose en otro acierto.

Pero si hay algo que aporta nuevo Alexis Morante es la narración a través de la garganta con arena y dolor del actor Juan Diego. La voz de Juan Diego, suena a Camarón, derrocha gitanería, habla con despecho, con chulería. Sin ella y sin la poesía que desprende el texto, estaríamos hablando de otra película.

CAMARÓN, DE LA ISLA AL MITO

Por otro lado, está la serie documental, el complemento perfecto a la cinta de Morante. Seis episodios que intentan abarcar una vida con tantas aristas como la del personaje que es, a día de hoy, la bandera del flamenco.

Esta producción se centra en mostrar principalmente el lado humano de Camarón dando peso principalmente a sus familiares, amigos y artistas que trabajaron (no falta nadie) codo con codo con el gaditano. ‘La Chispa’, Rancapino, Pansequito, Tomatito, … todos nos describen a un José generoso, humilde, amigo de sus amigos, y sobre todo, tímido e introvertido. Él solo hablaba con un micro delante, y lo hacía con tanta fuerza, que el silencio se podía cortar con un cuchillo. Como pasó en el concierto que dio en Nueva York mandando a callar con su “quejío” a dos mil jóvenes que estaban a años luz del público al que solía embaucar con su compás en España.

Otro de los regalos que nos da esta serie es la contextualización del San Fernando de la época, de los 50. Una isla dividida claramente entre ricos y pobres, y en la que Camarón por desgracia cayó en el segundo saco. Cabe destacar el intenso recorrido que hace por la Venta de Vargas, escuela donde José recibió su educación musical y, sobre todo, el capítulo de los derechos de autor de toda la obra de Camarón, que hizo tambalear los cimientos de la inquebrantable amistad con su más fiel admirador, Paco de Lucía.

CAMARÓN EL DESCONOCIDO

Lo que parecía la cuadratura del círculo parece tener solución. Con estas dos obras se completa la imagen del artista más influyente de la historia del flamenco que Quincy Jones quiso poner a la altura de estrellas del rock y el pop como Mick Jagger o Michael Jackson.

Aquel gitanito rubio del que renegó en un principio Caracol, y el que más tarde
simbólicamente le entregó el cetro del flamenco en la Venta de Vargas; aquel revolucionario que rompió los moldes con su ‘Leyenda del tiempo’ y del que no se fiaba la ‘Tía Anica la Piriñaca’ por no cantar las seguiriyas por derecho, tiene ahora dos nuevos altares en Netflix.

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