HBO ha rescatado de la memoria, en este documental de cuatro capítulos, una de esas figuras que han acaparado titulares, horas de radio y televisión, convirtiéndose en un rostro imprescindible de la actualidad española. A finales del pasado siglo, Jesús Gil y Gil se erigió en personaje clave para comprender la peculiar idiosincrasia de un tiempo y un lugar. ‘El pionero’, de Enric Bach, se acerca a su periplo vital. Desde su encarcelamiento durante la dictadura, hasta su caída en desgracia, el documental, de vocación exhaustiva, aflora aquellos hechos por los que ha quedado, para bien o para mal, grabado en el imaginario colectivo.
Hablan las imágenes de archivo y los protagonistas que se cruzaron en su camino. Sus hijos, futbolistas, rivales políticos, fiscales, periodistas, compañeros de partido (y fechorías), conmilitones varios y hasta ecologistas encuentran altavoz. Sólo echo en falta a algunos integrantes de la beautiful people marbellí de finales de los 80. Le adoraban, les representaba. Les dio el lustre que creían merecer. Más por alcurnia que por mérito.
Enric Bach quiere abordar sus muchas facetas
Esa larga lista refuerza el intento de Bach de aproximarse al sujeto desde sus diferentes ángulos. De presentar sus diversas facetas. Quiere ser neutral, que cada cuál encaje las piezas. Pero del relato se desprende una implícita admiración. Una sucinta reivindicación del carisma y la trascendencia de su figura.
‘El pionero’ refleja con acierto cómo se sirvió del fútbol para asaltar el poder. El opio del pueblo le brindó la posibilidad de atracar una ciudad. De pasar de corruptos si podía ocupar su espacio en la alcaldía. El papel de corruptor le venía por añadidura. Y de cómo se fraguó su final, con adláteres de antaño saltando de un barco a la deriva, al grito de sálvese quién pueda.
Faltan elementos sustanciales
Sin embargo, ‘El pionero’ se deja aspectos cruciales en el camino. Se centra casi por entero en su faceta pública, las más conocida, renunciando a su faceta íntima, personal. Seguramente sea un peaje a pagar, para asegurarse la implicación de los hijos en la historia. Sorprende de igual manera, que el papel de cierta prensa no sea objeto de análisis.
Sin su concurso no es explicable su popularidad. Le brindaron horas de programas en los que sus chabacanerías e insultos encontraban cómodo asiento. El todo por la audiencia alumbró bodrios infames, donde lo grotesco alternaba con lo malsonante. Le azuzaban para que sacara los pies del tiesto. Cuanto peor mejor. Era mi época de estudiante, y me interrogaba sobre qué se diría en las facultades de Ciencias de la Información. Un honesto profesor, me confesó que a sus alumnos les recomendaba encarecidamente la deserción frente a semejante espectáculo.
Aquí se nota que el autor no quiere molestar. Prefiere no pisar terrenos pantanosos. Elige deslizarse por el buenismo formal y el convencionalismo del contenido. Es la frontera que separa la obra con personalidad, de la que viene avalada desde el encargo; lo bueno de lo mediocre; lo perenne de lo caduco. Lástima.