El documental ‘Ennio: El Maestro’, del popular director italiano Giuseppe Tornatore (‘Cinema Paradiso’, ‘La leyenda del pianista en el océano’, ‘Malena’), nos adentra en el universo creador de Ennio Morricone (1928-2020), uno de los compositores más prolíficos y reconocidos de la historia del cine por inconfundibles y ya legendarias bandas sonoras como ‘Por un puñado de dólares’, ‘El bueno el feo y el malo’, ‘Hasta que llegó su hora’ y ‘Érase una vez en América, todas de Sergio Leone; ‘Novecento’ de Bernardo Bertolucci; ‘La misión’ de Roland Joffé; ‘Cinema Paradiso’ del mismo Tornatore o ‘Los intocables de Elliot Ness’ de Brian de Palma, entre muchísimas otras. En sus dos horas y media de duración, la cintano solo se ocupa de mostrar el empeño y las artimañas creativas del músico italiano a lo largo de su carrera, sino que también acaba convirtiéndose en un viaje nostálgico por el cine que tuvo la suerte de ser tocado con la magia de sus bandas sonoras.
Ennio por Ennio
Ágil, nervioso, enfadado por momentos, a veces con efusivo entusiasmo, lanzando pícaras e histriónicas sonrisas a la cámara o dejando a la vista ostensibles muecas dolorosas y con las lágrimas aflorando en sus ojos al revivir momentos humillantes que no lograron borrarse a pesar de una trayectoria de éxito, Ennio Morricone se planta sin complejos frente a la cámara de Tornatore para ser por fin el protagonista indiscutible de una película, la de su música y sus peripecias artísticas y profesionales.
Desde sus humildes y difíciles orígenes como trompetista que tocaba con su padre en las salas de fiestas de la Roma del periodo de la Segunda Guerra Mundial—primero para los nazis invasores, luego para los americanos liberadores, a cambio tan solo de comida o por un puñado de liras —, hasta sus últimos triunfos en Hollywood y sus monumentales giras de conciertos, en ‘Ennio: El Maestro’, Tornatore intenta capturar la humanidad y la grandeza de un genio de las bandas sonoras que en realidad nunca tuvo demasiado claro que trabajar para el cine fuera lo mejor que le pudo pasar. De paso, el genial y entrañable nonagenario nos revela su amor por Bach y el uso del contrapunto, su pasión por la música experimental y cómo acabó definiendo muchas de sus composiciones, sus travesuras como arreglista de cantantes del pop melódico italiano de los 60, las humillaciones sufridas al ser denostado por sus colegas y maestros de conservatorio, sus aciertos y desaciertos, sus enfados y desavenencias con directores por elegir aquellas piezas que él consideraba inferiores o por incluir otras músicas que no fueran sus originales, y, sobre todo, también nos descubre los secretos y las semillas creativas de algunas de sus composiciones más emblemáticas y recordadas.
Es muy probable que Morricone sea el compositor más reconocible y tarareado de la historia del cine, pero verlo, vivaracho y feliz como un niño con zapatos nuevos, tararear, moviendo brazos y manos en un desafiante ademán orquestal, o incluso chascar los dientes y la lengua para marcar el ritmo mientras nos ilustra ante la cámara cómo tomaron cuerpo las melodías de sus creaciones musicales, es un espectáculo épico y la vez íntimo que nos devuelve al hombre y nos desvía momentáneamente del mito, haciéndonos olvidar por completo que tenemos en pantalla a uno de los artistas más legendarios de la música del siglo XX.
Ennio por Tornatore
Con este documental Giuseppe Tornatore, beneficiario de exquisitas bandas sonoras de Morricone para varias de sus películas, no intenta marcar distancias con otros documentales sobre la vida de personajes afamados ni tampoco adentrarse en terrenos pedregosos; de hecho, la vida privada de Morricone queda casi totalmente arrinconada por su actividad artística y profesional, que es lo que realmente le interesa a Tornatore. ‘Ennio: El Maestro’ destila un estilo formalmente sobrio y sin dar lugar a demasiadas sorpresas, y quizás peque de un planteamiento narrativo demasiado clásico y ortodoxo: imágenes de archivo intercaladas con entrevistas a directores, compañeros de profesión, antiguos compañeros de conservatorio, y otros músicos y cantantes entusiastas de Morricone.
Siguiendo una cronología pulcra, a la vez que exhaustiva, quizá tediosa para espectadores menos entusiastas, el documental avanza periodo a periodo, película a película, banda sonora a banda sonora, mostrando a veces diferentes versiones de la música para ciertas escenas de algunas películas, sobre todo las de Sergio Leone, el director que más veces trabajó con Morricone, el que más libertad le dio a la hora de componer, y quien incluso llegó a utilizar la música original de ‘Érase una vez en América’ durante el rodaje con el fin de crear una atmósfera emocional que ayudase con el trabajo actoral.
Ya que el foco sobre la historia de la música de Morricone irremediablemente abarca la propia historia del cine desde los años 60 hasta hoy; el documental se convierte así en un fantástico carnaval de escenas iconográficas con sello Morricone, momentos cargados de lirismo, romanticismo y también nostalgia por un cine que ya no se hace. Para el espectador más cinéfilo o para los amantes de las bandas sonoras quizá sea uno de los grandes logros del documental.
Llevado del hilo de las composiciones de Morricone y gracias al excelente trabajo de edición de Massimo Quaglia, el espectador tiene la oportunidad de viajar por una historia del cine ecléctica, híbrida y bizarra, ya que ‘Ennio: El Maestro’ hace un recorrido por el cine que desde Europa nos transporta a casi todos los rincones del mundo, transcurriendo por casi todos géneros cinematográficos y todos los estilos y presupuestos posibles. Se rememoran así sus colaboraciones con autores insignia del cine italiano y europeo como Passolini, Dario Argento, Elio Pietri, Vittorio Taviani, Henri Verneuil, Liliana Cavani, Gilo Pontercorvo, y con grandes figuras consagradas por Hollywood como el propio Sergio Leone, Brian De Palma, Oliver Stone, Wong Kar Wai o Tarantino. También hay un recuerdo para las bandas sonoras que fueron desestimadas, como la de ‘La Biblia’ de John Huston o la de ‘La naranja mecánica’ de Kubrick.
Dada la versatilidad del maestro italiano, ‘Ennio: El Maestro’ también es un lugar de memoria que recupera del olvido no solo algunas de las bandas sonoras menos conocidas de Morricone, sino también alguna que otra joya olvidada del espagueti western, del cine de terror, del giallo italiano, del thriller político y erótico de los 70, o de cierto cine de ensayo o de corte más intelectual y experimental.
Tornatore pretende dejar claro que Ennio Morricone no fue únicamente un músico mercenario que seguía pautas de unos y otros para recrear, manipular y anticipar emociones, y por ello hace hincapié en la aportación autoral del músico, en el marchamo que el compositor deja impreso en el celuloide, en su obsesión por elevarse por encima de las imágenes para que las películas volaran hacia lugares insospechados por sus propios directores.
Esta vicaria reivindicación autoral por parte de Tornatore quiere reconocer a Morricone no solo como compositor de la banda sonora, sino también como co-autor de las películas, que sin su música probablemente hubieran corrido una suerte totalmente distinta.
La terca visión autoral de Morricone y su capacidad de alterar y recomponer ideas preestablecidas en el guion, decorando con notas y sonidos el alma de las imágenes, se manifestó especialmente en sus colaboraciones con Sergio Leone. La apertura de ‘Hasta que llegó su hora’ es uno de los muchos ejemplos de cómo Morricone experimentaba en su labor como autor de la música, de cómo cualquier objeto, sonido, paisaje o personaje le inspiraban tanto para componer como para imponer ciertos cambios en el montaje.
Ennio y los otros genios
Tornatore se esfuerza en rendir tributo a un gran amigo y colaborador al tiempo que intenta desnudarlo artísticamente ante el público. Pero Ennio Morricone no está solo. Tornatore le arropa con todo un reparto de lujo que recuerda anécdotas, vivencias y experiencias musicales con el autor, e intenta definir y transmitir lo que el estilo Morricone significó para ellos y para el cine.
Estrellas de la música como Laura Pausini, Bruce Springsteen, Zucchero, Joan Baez, el guitarrista y vocalista de Metallica, John Hetfield; directores como Bernardo Bertolucci, Clint Eastwood, Barry Levinson, Dario Argento, Tarantino, Terence Malick; productores como Quincy Jones o compañeros de profesión como John Williams o Hans Zimmer, todos se deshacen en elogios hablando de Morricone y su música. ¿Por qué debería ser al contrario? ¿No habíamos quedado que Morricone es uno de los más grandes compositores de bandas sonoras de la historia?
Al contrario de lo que ocurre en muchas de las películas a las que Morricone puso música, ‘Ennio: El maestro’ apenas tiene malvados, ni lados oscuros o zonas grises. Las únicas notas discordantes las pone Oliver Stone, que no acabó del todo contento con lo que Morricone le pudo ofrecer en ‘U Turn’. Ahí yace quizá uno de los problemas del documental: el no querer o poder abundar en voces críticas para dar una visión global con más aristas, con algunas sombras o zonas grises más. Quizá no las hubo o no las haya, quizá no se quisieron buscar. Pero uno de los problemas del biopic, incluso en el género documental, es caer en la veneración y complacencia absoluta, y en ‘Ennio: El maestro’ Tornatore acaba pisando el terreno de la hagiografía, ofreciéndonos un retrato demasiado elogioso. El director no consigue distanciarse críticamente del sujeto de su historia y se ve obligado a complacerse de ello. Quizá fuera ese el objetivo del film: la celebración de la música de Morricone, su magnífica e inolvidable aportación al cine, y nada más, que en realidad no es poco.
No obstante, podemos decir que Tornatore, consciente de esa ausencia, intenta compensar esa falta de sombras y zonas grises reconduciendo el relato hacia la tensión surgida entre Ennio Morricone y los “verdaderos” músicos de los que aprendió o con los que estudió en el conservatorio, a quienes admiraba y quienes por el contrario nunca fueron capaces de admirarle a él, al menos no como él quiso, o no en los momentos que más lo necesitaba. El reconocimiento del gremio llegó, pero como a veces pasa en la vida, aunque seas uno de los más reconocidos artistas de la historia, llegó tarde.
Verdadero compositor del siglo XX
Para muchos de sus colegas y maestros, Morricone vendió su alma creadora al diablo del celuloide haciendo demasiadas concesiones al “show business” cinematográfico por un puñado de dólares. Después de ver ‘Ennio: El maestro’ pareciera que durante toda su vida Morricone se hubiese dedicado, con demasiado ahínco y cierta rabia, a demostrar a sus maestros de lo que era capaz, y que cada banda sonora que escribía, en lugar de una oportunidad para avanzar y realizarse como músico, hubiese sido un examen para que reconocieran su talento.
Al final de su vida, el propio Morricone, reconociendo haber sopesado seriamente abandonar el cine para dedicarse a esa música clásica “más seria” en numerosas ocasiones, reflexiona sobre el arte y el artista, sobre la creatividad y la libertad de creación, sobre qué es ser un músico compositor, y se emociona al darse cuenta de que en el fondo el cine le dio la oportunidad de vengarse de sus maestros. Porque aquel joven que se matriculó en el conservatorio como trompetista, que siguió estudios de composición y que podría haber sido un excelente profesor y maestro para generaciones posteriores, y que sin embargo terminó poniendo su talento musical al servicio del cine, en realidad nunca dejó de ser lo que es hoy, un gran músico que llegó a convertirse en uno de los mejores compositores de todos los tiempos.
Los verdaderos compositores del siglo XX hay que buscarlos en el cine, acaba apuntillando Morricone. Y perdonen por este pequeño spoiler.
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