Tres décadas después del estreno de la hilarante, absurda y excepcional ‘Amanece que no es poco’, José Luís Cuerda nos presenta ‘Tiempo después’, la secuela que ha despertado sentimientos y críticas dispares.
“En el 9177, mil años arriba, mil años abajo -que tampoco hay que pillarse los dedos con estas minucias-, el mundo entero (y según algunos, el universo también) se ha visto reducido a un solo Edificio Representativo y a unas afueras cochambrosas habitadas por todos los parados y hambrientos del cosmos”. Esta es la introducción al mundo imaginario que nos presenta el señor Cuerda.
Bajo esta premisa, el director albaceteño pone en escena una obra que integra el espíritu de su antecesora, con chistes, extravagancias y escenas al límite de la incoherencia. Pero no se equivoquen, la obra tiene de todo menos inocencia.
Con un duro humor surrealista y una verdad, idealizada por el director, tan intrínseca como certera, versa una historia de lucha de clases y expositora de las muchas necedades y defectuosa sociedad en la que vivimos.
Cuerda crea un universo donde una élite, comandada por políticos corruptos y un rey menos idiota de lo que parece, vive cómodamente en su zona de confort, en el único edificio de la Tierra. En cambio, las afueras están habitadas por todos los parados, pobres y hambrientos del lugar.
Lucha de clases
El enfrentamiento entre ambas clases era obvio casi desde sus primeros instantes. Asimismo, el modo con el que surge es extraordinario y pone de manifiesto la imaginación y el talento del autor de obras como El bosque animado.
A modo de resumen, uno de los pobres (Roberto Álamo) quiere vender limonada en el edificio. La ‘élite’, que no da crédito, no deja que el hombre venda su producto porque supondría dejar de ser un parado. Un hecho que rompería con las reglas establecidas. Un hecho que desencadena, por parte de los más desfavorecidos, la ‘Revolución de los limones’.
Es decir, una sátira futurista, inteligente y afilada que, tras excesivos chistes y extravagantes diálogos, retracta de forma sutil la desigualdad, la falta de ideales y el desencanto político y social general.
Bajo mi punto de vista, la obra deambula en algunos momentos por las tediosas conversaciones de algunos de sus personajes con un ritmo, quizás, demasiado parsimonioso. De igual modo, los amantes de la primera no verán defraudadas sus expectativas. El humor y los puntazos están a la orden del día y, sobre todo, nos hace pensar y ser un poco menos ignorantes.
Con respecto al reparto de actores, el director rodea el film de un gran elenco, desde cómicos como Joaquín Reyes, Arturo Valls o Berto Romero, exitosos actores como Blanca Suarez o Antonio de la Torre, hasta de la vieja guardia, como Miguel Rellán o Gabino Diego.
En los siguientes párrafos, donde habrá spoilers, quiero desgranar la crítica que intuyo quiere hacer Cuerda con Tiempo después:
Crítica político-social de Cuerda (SPOILERS)
En el principio, el parado y pobre vendedor de limonada no puede vender su producto. El conserje, que recibe al susodicho, informa que es un enemigo peligroso que quiere saltarse las normas. Es decir, cuantas menos ideas tenga un pobre, más ignorante será, más fácil de engañar.
En esta línea, la jefa de gabinete realiza un discurso brutal: “los parados no son casualidad, cumplen su función en el sistema, abaratan la fuerza de trabajo”.
En una de las siguientes escenas retracta a la mayoría de los jóvenes de hoy en día. Antaño, jóvenes se rebelaban ante los problemas sociales, tal y como dice el vendedor de limonada: “Me imaginaba que al enteraros montaríais una protesta o algo”. La respuesta de los mismo: “A nosotros nos la sudas”.
Manipulación de masas
La manipulación de las masas en varios puntos. El primero, en una de las batallas, la élite lleva como guerrera a una supuesta embarazada que al final no era. Cualquier montaje vale para defender los intereses del sistema.
También, los medios de comunicación cumplen dicha función, como bien se aprecia en los discursos por megafonías. Amansan y distraen al populacho.
La izquierda no se queda sin su crítica. En uno de los discursos, uno de los pobres indica: “¿Vosotros os acordáis de la conmoción que se vio el día en que todos los valores tradicionales de la izquierda cayeron al precipicio por culpa de un desarme ideológico esterilizante y de una praxis política insultantemente pragmática? ¿Os acordáis?”, ”Joder que si me acuerdo, si no se hablaba de otra cosa”.
Aquí hace referencia al distanciamiento ideológico y aceptación de los engaños de un sistema corrupto.
“Esto es una maquinaria, todo lo que le eches te lo envasa al vacío y te lo vende”, “¿También las ideas?”, “Las ideas sobre todo”, describen el sistema capitalista. Tan real como sanguinario.
Aunque la película hace referencia a bastantes situaciones de la historia de España, llama la atención la manera con la que Cuerda hace un símil de la transición española: “Tranquilizaos, ¿o queréis que el cura loco siga matando gente?, dadnos vuestros nombres para el censo, habéis ganado, estáis dentro”
Dentro de ese sistema/democracia, donde los de siempre siguen en lo alto mientras, entre ellos, los pobres, se enfrentan. El protagonista decepcionado, indica: “No era esto, no era esto”.
Finalmente, el líder de la “Revolución de los limones” decide escaparse del sistema tan pesimista como libre. En cambio, el optimismo y la esperanza regresan con la aparición de un ejército y con la locución final de Cuerda en la que dice que el edificio acabará cayendo.
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