El norteamericano Scott Z. Burns se ha hecho un hueco en la industria del cine merced a sus guiones en cintas como ‘El ultimátum de Bourne’, ‘El soplón’, ‘Contagio’ o ‘Efectos secundarios’. Su segundo largometraje como director, ‘The report’, que se estrena en Amazon Prime, guarda el aroma propio de los grandes eventos. Esos acontecimientos que por su trascendencia e impacto ante eso que se ha dado en llamar la opinión pública, bien pueden marcar una época.
Una investigación que saca los colores a la CIA
Adam Driver se mete en la piel de Daniel Jones, un empleado del Senado de los Estados Unidos, que a lo largo de varios años investigó el programa de «Interrogación y Detención» de la CIA, sometiéndolo a un exhaustivo escrutinio, desvelando brutales e inmorales procedimientos. ‘The report’ se estructura como un vibrante thriller político. En el camino se entrecruzan elementos de un enorme interés, de múltiples derivaciones.
Desfilan en una narración que compatibiliza lo instructivo con la tensión dramática. Quede constancia que no es una película fácil. Requiere del espectador un cierto conocimiento de cómo funcionan las instituciones americanas. A partir de ahí, se perfilan grandes contradicciones en su democracia. Al tiempo que suceden atrocidades brutales bajo la genérica denominación de »técnicas de interrogatorio mejoradas», un trampantojo que oculta la más siniestra de las torturas, se observa una escrupulosa separación de poderes. Con instituciones que ponen a prueba su solidez, aún dejando sus daños colaterales en el camino. »Ningún país haría una investigación como esta», dice un alto cargo del gobierno. Quizá lleve razón.
Buena dirección de actores
Burns hace una gran dirección de actores. Los secundarios radian lo importante del momento, y Driver, conocido por ser el nuevo Darth Vader de la interminable saga de Star Wars, aporta a su actuación un tono de compostura presidencial que le sienta muy bien.
‘The report’ pretende ser objetivo. Atenerse a los hechos. Huye de ese maniqueísmo con toques conspiranoicos que en tantas ocasiones nos ha saturado. Y al que Oliver Stone ha recurrido con ahínco a lo largo de su filmografía. Presenta un ambiente complicado, donde la seguridad se convierte (probablemente con razón) en una obsesión que muestra su cara más compulsiva. Para alejar la visión de una Norteamérica en blanco y negro, deja hacia el final del metraje un mensaje rimbombante, que me huele a naftalina. Cosas del cine. Y de América.