Las entrañas de un ruinoso hospital bajo los dominios de la oscuridad perpetua convertidas en negro reflejo de la opaca putridez del aún más ruinoso sistema patriarcal que lo regenta. Bajo ese evocador mantra, apegado al #MeToo, llega ‘The power’. Segundo largometraje de la británica Corinna Faith, el cual pudimos gozar en la sexta jornada de la 54º edición del Festival de Sitges. Una sobria pero eficaz historia de fantasmas vengativos y empoderamiento femenino en la revuelta Londres de los años setenta.
Un Sitges lobuno y femenino
Si ha habido una nota dominante durante el último año y medio cinematográfico ha sido la de ver a directoras erigirse como paladines triunfadoras. Chloé Zhao arrasó con su ‘Nomadland’ en la pasada temporada festivalera, con Venecia y Toronto al frente, para más tarde hacerlo también en la última edición de los Oscar de Hollywood. Dea Kulumbegashvili con ‘Beginning’ y Alina Grigore con ‘Blue moon’ vencieron en San Sebastián en 2020 y 2021 respectivamente. Por no mencionar a la rupturista Julia Ducournau que alzó la Palma de Oro en el más reciente Festival de Cannes con ‘Titane’. Y si bien es cierto que un conservador palmares comandado por la islandesa ‘Lamb’ (Valdimar Jóhannsson, 2021) le ha privado a Sitges de seguir esa línea editorial, queda patente que el triunfo de una realizadora no hubiera desentonado un ápice ni con la tónica establecida ni con lo visto en él.
Un buen puñado de lo más destacable, y en muchos casos hasta de lo mejor, de lo mostrado en este lobuno Festival de Sitges, está comandado por mujeres. La ya citada Julia Ducournau nos golpeó donde más duele en la primera jornada del festival con la inclasificable ‘Titane’. También en la jornada inaugural Prano Bailey-Bond nos trajo la que considero top-3 del certamen, ‘Censor’, al tiempo que Ana Lily Amirpour nos mostraba ‘Mona Lisa and the blood moon’. Y Madeleine Sims-Fewer nos dejó sin aliento el quinto día con ‘Violation’, otra extrema propuesta que vive entre lo mejor de Sitges.
Y ha sido en la sexta etapa del certamen cuando ha entrado en escena la quinta cineasta en discordia de una magnífica escalera de color: Corinna Faith. Su nuevo trabajo, ‘The power’, penetra sin reparos en mi top de lo mejor del festival.
De vuelta a la turbulenta Londres de finales del XX
‘The power’ nos sitúa en Londres, en pleno año 1973. La ciudad anda sumida en una de las muchas huelgas de los mineros del carbón que llevaban sucediéndose ya desde 1972. Fruto de ello los cortes de luz a partir de cierta hora de la noche eran constantes.
En ese marco encontramos a Valerie. Una joven aprendiz de enfermera que se enfrenta a su primer día de trabajo en el East London Royal Infirmary, un vetusto y laberintico hospital que está a las puertas de ser desmantelado. Su pabellón es el de pediatría, y ahí es donde deberá permanecer de guardia durante toda la noche mientras la ciudad aguarda a oscuras debido el enésimo apagón. Es en esa opresiva y claustrofóbica negrura total, que tanto teme Val, donde una misteriosa fuerza sobrenatural empieza a dar síntomas de vida, acercándose más y más a ella.
¿Qué ocultan los lóbregos pasillos del lugar? ¿Qué oculta incluso la propia Val?
Al igual que ya sucediese en la antes citada ‘Censor’, ‘The power’ retoma esa turbulenta Londres de finales del siglo XX. En ese particular contexto surgen mujeres de apariencia firme, pero tremendamente frágiles por dentro, fruto de enraizados traumas infantiles mal cerrados que, ya de adultas, afloran en forma de inevitable pesadilla psicológica. Y es que al final una fuerte correa, que los hace ser mucho más que una genial doble sesión salida de Sitges, une los trabajos de Corinna Faith y Prano Bailey-Bond .
Evocando a la Hammer
Aunque por marco ‘The power’ se aleja mucho de los ambientes por los que pasó a la historia, este trabajo de Corinna Faith evoca en no pocos momentos a ese elegante goticismo de la Hammer. Cierto que 1973 es un año que pilla lejos de los intereses que tenían aquellas películas sobre monstruos clásicos interpretadas por Christopher Lee o Peter Cushing, pero hay un elemento que inesperadamente las acerca: el desarrollo de la acción exclusivamente en interiores.
Esa decisión formal, unida al peculiar entorno en el que se desarrolla ‘The power’, hace que nuestro 1973 sea una mera referencia que al poco de comenzar la aventura es escondida debajo de la alfombra. El film de la realizadora británica rebosa goticismo por los cuatro costados, lo que le da una pátina de lustre a un resultado final ya de por sí nada desdeñable.
Bien es cierto que luego, a nivel atmósfera, ‘The power’ no funciona todo lo bien que nos hubiera gustado. En ese aspecto, si el objetivo era lograr que el hospital fuese un personaje más de la trama, creo que no se ha terminado de lograr del todo.
‘The power’, ni mucho menos una propuesta redonda
‘The power’, como bien habrá quedado patente visto el anterior párrafo, no es ni mucho menos una propuesta redonda. Entre sus mayores defectos radica un titubeante y poco preciso tercer acto que nunca acaba de funcionar del todo, rematado por un efímero clímax final que sabe a poco. En esos terrenos Corinna Faith también podría haberse manejado bastante mejor, y más teniendo en cuenta que la película avanza a ritmo de lento pero seguro in crescendo de tensión y horror que te va poniendo los dientes largos ante cómo puede llegar a acabar todo. Pero la directora, bien por falta de tablas o por otro motivo, no remata del todo bien la faena en la realización, que sí por ejemplo a nivel guion. En ese aspecto esta cierra por todo lo alto un buen y feminista círculo.
La aún bastante bisoña Rose Williams brilla con luz propia delante de la cámara en el papel de Val, confirmando otra tendencia que se ha dado este año en el Festival de Sitges: la de actrices que centellean casi más que las propias películas en las que aparecen. En este caso a la actriz le acompaña la obra, pero ha habido no pocos ejemplos en los que solo relucía una determinada intérprete.
Nuestra valoración:
Una respuesta a “Crítica de ‘The power’ (2021). Bajo los dominios de la oscuridad”