El director Dan Krauss explota una historia real acontecida durante la ocupación norteamericana de Afganistán. Tras el premiado documental ‘The Kill Team’ (2013), filma una película de idéntico título y con los mismos hechos como referencia. Hay dos elementos sustanciales que la convierten en una propuesta de sumo interés. En primer lugar las características intrínsecas a la guerra moderna. Ya no hay enfrentamientos entre países, con sus respectivos ejércitos. Las guerras se libran entre naciones con sus fuerzas armadas, y una amalgama de grupúsculos de difusas fronteras, que varían en composición y objetivos. Se les suele considerar terroristas, dando forma a lo que se ha dado en llamar insurgencia.
Los males de la ocupación se muestran de forma brutal
Surge sin remedio el dilema ético de cuáles son los límites con los que afrontar semejante desafío. El control de daños, la proporcionalidad y legitimidad de muchas acciones abre paso a un debate que está en pañales. La desigualdad de fuerzas entre contendientes hace que hablemos de «guerras asimétricas». Israel en Gaza, Rusia en Chechenia, los americanos en Irak y Afganistán, la coalición internacional contra el autodenominado Estado Islámico. Los ejemplos son multitud.
El segundo elemento que ‘The Kill Team’ aborda con punzantes maneras, es la ocupación de una región por una potencia extranjera. Ganar la guerra parece tarea trivial en comparación con lo titánico que emerge tras ella. La acción se sitúa en Afganistán, tras la invasión americana que depuso a los talibanes. El soldado Andrew Briggman (Nat Wolff), es destinado por su país a la zona. Se siente orgulloso de seguir la estela familiar, en una mezcla de deber patriótico e idealismo a cuestas.
Soldado Briggman, ¿víctima o verdugo?
Sus convicciones se pondrán bajo escrutinio tras tener que seguir las ordenes de su sargento primero (Alexander Skarsgård). El desgaste de un conflicto interminable, en un contexto de estado fallido, con la población local en buena medida ajena a los valores que occidente trata de instalar, encuentran en la figura de este sargento un retrato demoledor.
Skarsgård dota a su personaje de un recóndito y oscuro carisma. Lo ejerce para llevar a los hombres bajo su mando por los terrenos del frío y vil asesinato de civiles indefensos. Inocentes que pagan el precio de un psicópata en terreno abonado. El desmoronamiento moral de este sujeto, abre en canal las consecuencias derivadas de una presencia militar prolongada y en cierto sentido infructuosa. Que desgasta no sólo principios largamente sostenidos en retaguardia, sino los que debieran inspirar a quienes se encuentran en primera línea.
El soldado Briggman zozobra entre cumplir con su obligación o dejarse llevar por el entorno. Lo primero pone en jaque su propia supervivencia, lo segundo es una traición a sus ideales. Llegado el clímax, ‘The Kill Team’ socava el confort en que estamos asentados, lanzando envenenados interrogantes.