‘Punto rojo’, producción sueca de Netflix dirigida por Alain Darborg, esquiva terrenos trillados y exprimidos hasta la extenuación gracias a un entorno particularmente bello, a un estilo visual preciosista y una trabajada fotografía. Johannes Kuhnke y Nanna Blondell forman un matrimonio en horas bajas. Tras unos meses de relación, la rutina y los quehaceres diarios transforman la pasión inicial en hastío. Deciden tomarse unos días de respiro, pasar tiempo juntos. Emprenden viaje hacia el norte de Suecia.
Unos días de asueto para esquiar, hacer senderismo y acampar en un lugar extremo. De días eternos en verano y noches perennes en invierno, sólo interrumpidas por los intimidantes fogonazos de la aurora boreal. El aterrizaje de los protagonistas en su destino chocará con la extraña actitud de los lugareños. Fríos, distantes, con una mezcla de provocación y desprecio hacia el foráneo, van a tener algunos encontronazos, en principio banales, que socavará el estado anímico de la joven pareja. Incomodidad que deja paso al pavor cuando la tienda de campaña en la cual pretenden hacer noche, sea apuntada por una luz roja amenazante. A partir de aquí la lucha por la supervivencia se impone sin respiro.
Giro brusco de guion
Nanna Blondell se va creciendo conforme avanza el somero metraje (apenas 85 minutos de película). Constituye una rareza exótica en medio del gigantesco permafrost donde acontece la acción. ‘Punto rojo’ sabe mantener el suspense. Explota la incertidumbre escondida tras actos intrascendentes que, por diferentes avatares, terminan por adquirir insospechada entidad. Instantes en que la duda pareciera estirar el tiempo, como si fuera consciente de la importancia del momento.
Alan Darborg retuerce el guion a la hora de desentrañar la trama. Sin afear un conjunto muy entretenido, la cinta toma los derroteros del giro tramposo. Aquel nacido por arte de birlibirloque, buscando el golpe de efecto. Un sobresalto narrativo con el que justificar el juego de espejos en que se desenvuelve.
Buena.
Nuestra valoración