La última película de Thomas Vinterberg, de título ‘Otra ronda’, pareciera deslizarse por esos terrenos transgresores que su autor ha practicado a lo largo de su dilatada filmografía. Eso a priori. Porque una vez vista, me queda la sensación de haber presenciado una propuesta poco arriesgada, incluso en exceso timorata. Tocando un asunto sensible, el consumo de bebidas alcohólicas en diferentes ámbitos y de manera más o menos compulsiva, la cinta nos sumerge en una indefinición conceptual y de diagnóstico desconcertante.
Mads Mikkelsen interpreta a un profesor de secundaria. Junto a otros tres compañeros de instituto (Thomas Bo Larsen, Magnus Millang, Lars Ranthe) se va a embarcar en un curioso e inclasificable experimento social. Beber alcohol a todas horas. Mantener su nivel en sangre para comprobar sus efectos. La idea es mejorar en diversas facetas de la vida: laboral, íntima, personal, en las relaciones sociales. Así de prosaico es el planteamiento.
Espero en vano algo más de la película
‘Otra ronda’ comienza con situaciones que albergan cierta gracia. Adultos degustando toda suerte de bebidas para sentir su efecto desinhibidor, pasándoselo en grande, casi como adolescentes sintiendo el poder de atracción de lo prohibido (como ponerse pedo en pleno ejercicio profesional). Hacia la mitad del metraje, llegado el momento de significarse, ni como metáfora social, ni como fábula acerca del comportamiento colectivo, encuentra ‘Otra ronda’ carga de profundidad alguna. Surge un Vinterberg amaestrado, lejos de sus mejores registros.
Como un torero poderoso enfrentado a un morlaco manso e inválido, las capacidades de este director para provocar y conmover se ven diluidas. Y de eso trata cualquier expresión artística que quiera perdurar en la memoria. Los intérpretes sostienen la función. Todos ellos son capaces de convertir las idioteces propias de un ebrio en algo divertido, risible. Si Mikkelsen es la viva imagen de la desolación, melancolía y tristeza ante el paso del tiempo (juventud divino tesoro), un trago de vodka lo mete en trance.
Demasiado poco.