En ‘Malasaña 32’ el cine de terror español se levanta y anda, cual Lázaro. Vale que lo hace abusando de jumpscares, golpes de sonido y similares. Vamos, esas cosillas que últimamente son consideradas recursos de segunda división desde ciertos sectores demasiado dados al elitismo. Y también lo hace, el resucitar, evocando a obras de mayor enjundia, tanto nacionales como internacionales. Pero resucita, que no es poco.
¿Fin a la travesía por el desierto?
El cine de terror en España llevaba varios años de ardua travesía por el desierto del olvido. Durante demasiado tiempo, en lo que al género se refiere, hemos vivido casi en exclusividad de Paco Plaza, Jaume Balagueró y Álex de la Iglesia cuando ha tenido el día. En lo que al resto se refiere, mutis por el foro. Y no solamente ya entre esos cineastas aposentados en el panorama nacional y con sólida carrera a sus espaldas, sino también entre los nuevos talentos que salen de las escuelas de cine. No se porqué pero, para ellos, labrarse un futuro y cine de terror eran como agua y aceite. Todo ello mientras el drama y la comedia mantenían su posición de privilegio, y el thriller seguía al alza. En fin, el terror no interesaba, y punto.
Y por si lo anterior no fuese ya bastante doloroso, van los americanos y viven una verdadera edad de oro en lo que al género se refiere, con esos mal llamados renovadores del terror, tales como: Ari Aster, Jordan Peele, Robert Eggers, James Wan y hasta Jason Blum si me apuran.
Esa negativa tendencia empezó a romperse el año pasado con el estreno de ‘La influencia’ (Denis Rovira, 2019), y ojalá se rompa definitivamente tras el lanzamiento de esta ‘Malasaña 32’ de Albert Pintó. Y no, no me olvido de la genial ‘El hoyo’ (Galder Gaztelu-Urrutia, 2019). Lo que pasa que no se puede considerar como una propuesta de terror al uso dada su mezcla de géneros.
Esperemos que esto no sea un espejismo. Firmo, con sangre si hace falta, otras cuatro más de este estilo durante 2020, y lo mismo para 2021. Y para nada me he metido en el asunto de la calidad. La calidad llega con la cantidad, y sin cantidad no puede haber calidad. Así que yo, como fiel del género, me preocupo más de lo primero que de lo segundo. Sin que por ahora se haya resentido esa calidad, a mi parecer.
El sueño español
En ‘Malasaña 32’ nos topamos con Candela y Manolo. Una pareja que, junto a sus tres hijos y el padre de ella, llegan del pueblo a Madrid para vivir su propio sueño español en plena década de los setenta. Pero parece ser que el inmueble escogido para hacerlo, en la madrileña calle de Manuel de Malasaña, aún no se ha desprendido del todo de su anterior propietario, recientemente fallecido.
Así desata Albert Pintó, en ‘Malasaña 32’, un tren de la bruja de muy buena factura visual, las cosas como son, con parada en todos y cada uno de los clásicos del terror. Con referencias directas e indirectas a grandes obras como: ‘Verónica’ (Paco Plaza, 2017), ‘Poltergeist’ (Tobe Hooper & Steven Spielberg, 1982), ‘It, capítulo dos’ (Andy Muschietti, 2019) o la saga ‘Expediente Warren’ de James Wan.
‘Malasaña 32’ acaba revelándose como una propuesta más inclinada hacia el horror psicológico que hacia el gore. En ese aspecto el film tiene las ideas muy claras y no titubea en ningún momento. Luego te podrán parecer más o menos predecibles, pero Albert Pintó sabe lo que quiere y va a por ello con ímpetu.
Un defecto que sí puede hacerle daño a la película es su notable carencia de fondo de armario. Hay un marco interesante, pero no se le ha terminado de dar el acorde relleno. Cosa que deja a ‘Malasaña 32’ un poco coja. Pero por lo demás creo que es una propuesta que se puede disfrutar bastante.