Hace seis años tuvimos la suerte de ver a los vampiros en versión Jim Jarmusch, en la interesante ‘Sólo los amantes sobreviven’ (2013). Ahora, en ‘Los muertos no mueren’, el cineasta de Ohio hace lo propio con los muertos vivientes y, a pesar de los pesares, sólo puedo rezar para que el director prosiga en su audaz afán redescubridor de los principales subgéneros del cine de terror. ¡Queremos tríptico!
Una de zombies
Centerville, una pequeña población de la América profunda y olvidada, está a punto de sufrir una epidemia de zombies. El principal causante de ello, el masivo fracking polar.
En base a ello Jim Jarmusch se disfraza de Joel & Ethan Coen para entregar una cínica y crepuscular comedia zombie a la que le faltan varios minutos de cocción en lo que a comedia se refiere. En el reverso de ‘Los muertos no mueren’ se aprecia un fondo ecologista y anti-materialista. Y es que, si en ‘Solo los amantes sobreviven’ quedó patente que, para Jarmusch, los vampiros representan lo más estilizado e inalcanzable de la sociedad, en ‘Los muertos no mueren’ queda en evidencia que los muertos vivientes representan lo más bajo y banal de esa misma sociedad abocada al fracaso.
Greetings from Centerville
Justo cuando imaginas que ‘Los muertos no mueren’ será una zombie movie habitual, resulta que no. A Jim Jarmusch no le va lo habitual, y se agradece.
Normalmente este cine suele meternos en la trama cuando el apocalipsis ya se ha desencadenado, pero el cineasta de Ohio decide empezar por el principio. Gracias a ello Jarmusch arma su película sobre los personajes, y no sobre la acción. En ‘Los muertos no mueren’ te enamoras de todos y cada uno de sus entrañables personajes, quedándote prendado incluso del emplazamiento. Pero a partir de esa briosa base, el realizador no ha sabido avanzar por la senda correcta. No ha sabido explotar del todo correctamente la vis cómica de esos personajes trazados con tanto mimo, y ahí se enfanga el producto.
Y no sólo ya ‘Los muertos no mueren’ no termina de avanzar por la vereda correcta, sino que llega un momento en el que el propio Jarmusch no sabe cómo acabarla. En su último tercio hay un par de chalados recursos que demuestran ser últimos recursos del director, en lo que a comedia se refiere, por tratar de convencer a un espectador ya demasiado distante y apagado.
El hype, mal enemigo
Aparcando el asunto del endeble punch cómico de ‘Los muertos no mueren’, al film se le han vuelto en contra una serie de aspectos que, a priori, deberían haberle beneficiado.
La película, por un par de motivos bien concretos, ha venido generando bastante hype. Lo que toda la vida hemos llamado ganas, vamos. El primero, su reparto, un casting plagado de estrellas que ya quisiera Kevin Feige. Y el segundo, su subgénero, y es que la comedia de terror es bastante comercial. Pero que una cosa quede clara, el cine de Jim Jarmusch, ni es comercial ni de generar hype. Y ahí se ha embarrado ‘Los muertos no mueren’, con una legión de ajenos al cine de Jarmusch que ha enarbolado con facilidad el adjetivo decepcionante, como poco, cuando ni mucho menos refleja lo que es la cinta. Bajonazo quizás, decepcionante no. Las obsesiones y el estilo de Jim Jarmusch están en todo momento presentes en la película, pero lidiar con ese desmedido hype es muy complejo.
Qué duda cabe que ‘Los muertos no mueren’ es una comedia de terror frágil en el aspecto comedia, cincuenta por ciento del lote. Pero aun así hay suficientes elementos a los que aferrarse.