El productor Jeremy Thomas participa en la nueva película de Takashi Miike de título ‘First love’. Esperada co-producción internacional de un cineasta tan prolífico como irregular. Con una obra descarada, insolente y no exenta de polémica, tiene la virtud de no pasar nunca desapercibido. Habitual del Festival de Sitges, compone su obra más redonda desde ‘Hara-kiri: Muerte de un samurai’ (2011).
Presenta un thriller enérgico, mediante un ejercicio de estilo muy personal, que se apoya en el buen trabajo del director de fotografía Nobuyasu Kita (uno de sus asiduos colaboradores). Leo es un boxeador joven. Se agarra a esa disciplina deportiva como el ebrio a la farola, para no caerse. Su universo se desploma tras la noticia de que probablemente no podrá seguir practicando el pugilismo. Un encuentro casual con una prostituta de complicado pasado, le dará motivos para luchar, aunque se verá envuelto en una trama con policías corruptos, mafia china y la omnipresente yakuza.
Dos almas perdidas entre fuego cruzado
Miike contrapone dos realidades que marchan en paralelo. De un lado la frustración e ingenuidad de la pareja protagonista, frente al descarnado mundo que los atrapa. Una suerte de sujetos amorales, dueños sólo de su avaricia y esclavos de la sordidez como forma de vida. ‘First Love’ presenta pues una cara humana, de difícil cohabitación con la brutalidad de los aledaños. Miike sabe gestionarla. La historia es compacta, no encuentro elementos distorsionadores, fuera de sitio, deslocalizados.
En su último tercio ‘First Love’ lleva el sello de su autor, y a buen seguro que no defraudará a sus muchos seguidores. Un tótum revolútum repleto de comicidad ensangrentada. Un notable divertimento que abraza lo caótico como forma, no sólo narrativa sino también de expresión artística. Siempre ingenioso en el retrato de personajes, la ira, la mezquindad, el descontrol y la traición confluyen a través de una cadencia salvaje. No ofrece un minuto de sosiego.