Seis años después del final de la gloriosa y catedralicia ‘Breaking Bad’, Vince Gilligan, su creador, vuelve a la palestra. Él y Netflix nos traen ‘El camino, una película de Breaking Bad’. Fetichista dosis de puro y duro fanservice, casi a modo de gozoso parque de atracciones, que funciona, tanto como digno broche final para el personaje de Jesse Pinkman, como de sólida prolongación para la serie.
Consume con responsabilidad
Enfrentarse a ‘El camino, una película de Breaking Bad’ sin haber visto antes la propia ‘Breaking Bad’, es un vano ejercicio de osadía. Y uso el término osadía por no poner otra palabra más ofensiva, cosa que me apetece horrores.
Aquí el orden de los factores sí altera el producto. Y aunque es cierto que la cinta de Vince Gilligan se puede ver sin conocimiento de causa, es más cierto aún que sólo se puede disfrutar de verdad con conocimiento de causa. Por favor, consuman con responsabilidad.
Meta azul para el devoto
Como tampoco quiero hacer demasiado spoiler de ‘Breaking Bad’, prefiero que se sumerjan en ella hasta la nuca, pasaré de ahondar en exceso en la sinopsis de ‘El camino, una película de Breaking Bad’ Con saber que Jesse Pinkman, el liante socio de Heisenberg, quiere dejar atrás definitivamente todo lo sucedido en las cinco temporadas de la serie, para así empezar una nueva vida, y a ello se lanza, les sobrará. Y quien ya sea devoto de la serie, creo que poca sinopsis necesita. Tampoco había muchos hilos de los que Gilligan pudiera tirar, me parece.
En ‘El camino, una película de Breaking Bad’ nos encontramos a un Jesse Pinkman más cercano que nunca a su mentor Walter White; mentor del que, precisamente, siempre quiso huir. Un Jesse Pinkman que, para bien o para mal, nunca logrará quitarse ya de encima el actor Aaron Paul. A partir de ahí la obra nos entrega dos horas de gratos (para el espectador) reencuentros mediante flashbacks y no tan flashbacks, mientras nuestro protagonista busca la manera de huir definitivamente.
Ese uso de flashbacks deriva en un más que bacheado desarrollo narrativo. Ligado también al interés particular de cada espectador por el habitante de cada flashback. Pero todo ello creo que era un peaje necesario.
A la postre el film ni descubre ni reinventa nada, pero es que tampoco lo pretendía. Solamente existe para saciar el mono de meta azul del ávido espectador. Dependencia que ninguna desintoxicación logrará curar, pero que ‘El camino, una película de Breaking Bad’ hará disimular. Y lo hace sin renunciar a las señas de identidad de la serie, esas excelencias que nos enamoraron.
La televisión de esta era
Si ‘Breaking Bad’ hubiera echado la persiana en este 2019, año en el que la televisión cada vez busca con más ahínco (y encuentra) equipararse al cine, estoy absolutamente convencido que habría vivido una final season a lo ‘Juego de Tronos’ o ‘Westworld’. Traducido al castellano: con episodios de casi noventa minutos, un aspecto formal totalmente cinematográfico, y ese streaming que facilita la globalidad del producto. Pues ese placer nos entrega precisamente ‘El camino, una película de Breaking Bad’, ver lo que habría sido la serie en esta era. Espinita que también Vince Gilligan tenía.
Quizás hoy no apreciemos enteramente ‘El camino, una película de Breaking Bad’, como sucedió en su día con aquel genial pero incomprendido episodio de la tercera temporada titulado ‘Fly’. Solamente el paso del tiempo, y la perspectiva que aporta el revisionado, pone las cosas en su sitio.
Yo desde luego tengo claro que cuando me ponga a revisar ‘Breaking Bad’ por tercera vez, ‘El camino, una película de Breaking Bad’ irá gustosamente incluida en el lote.