Tish y Fonny se conocen desde la más tierna infancia. Habiendo compartido juntos el tránsito de la juventud a la vida adulta, ésta se va a materializar en un enamoramiento mutuo. Barry Jenkins, creador de la oscarizada ‘Moonlight’, va a describir esta etapa de cortejo con un lirismo que roza lo barroco en, ‘El blues de Beale Street’.
Logra sintetizar las ideas de la novela
Lo efectúa con gusto, adaptando una novela de James Baldwin. Presencio un trabajo realizado desde la honestidad. Veo reflejado en la obra la esencia de la novela, y siguiendo la propia andadura personal de Baldwin, Jenkins logra trasladar a la pantalla las intenciones del protagonista. Huir, desaparecer de un país que lo asfixia, en el que se siente empequeñecido, desvalido frente a una injusticia que le toca tan de cerca.
El idilio de la pareja dura poco, tras ser acusado Fonny de violación. Con sus huesos en la cárcel, y Tish embarazada de tres meses, los males de esta pareja acaban de comenzar. En su reclusión, este pobre hombre va a encontrar en su familia política, el apoyo y comprensión que le niega la carnal. En especial el de una madre que no acepta determinadas condiciones de su hijo, acariciando lo bohemio.
Retrato de un sistema inmisericorde e injusto
‘El blues de Beale Street’, de nuevo nos hace presenciar una demoledora descripción del racismo en Estados Unidos. Aflorando las disfuncionales de un sistema de justicia y penitenciario, en el que la carencia de recursos y la pertenencia a minorías no auguran un trato igualitario.
Siendo temas polémicos, agradezco al director que los aborde sin maniqueísmos, sin la brocha gorda del burdo adoctrinamiento. Deja al espectador la posibilidad de acercarse al padecimiento de los personajes, con diálogos dotados de gran intensidad. Y como colofón, en una mezcla de pesimismo y obligado realismo, no queda otra que tirar hacia delante.
Tráiler de ‘El blues de Beale Street’