‘Gambito de dama’, miniserie de siete episodios producida por Netflix y dirigida por Scott Frank, tiene al ajedrez como eje vertebrador de la historia. Consigue imprimir una emoción atrayente, incluso para el profano, hacia este milenario juego. Imágenes deslumbrantes y un sobresaliente trabajo actoral convierten a este deporte, que para muchos es sinónimo de lentitud y aburrimiento, en algo vibrante. La propuesta nos acerca la experiencia vital de una niña que es acogida en un orfanato tras la muerte de sus progenitores.
Jugando con el conserje del hospicio va a aprender y devorar libros de ajedrez, mostrando su destreza. Convertida en joven prodigio, debe lidiar con la adicción a los tranquilizantes desde los primeros tiempos como interna, a lo que se añade la afición por el alcohol. Le da vida en su etapa adolescente Anya Taylor-Joy. Ojos prominentes, su rostro exalta las emociones propias de quien se sabe tocada por un don especial. También la debilidad del enganchado a sustancias peligrosas. Es la vida mostrando sus contradicciones. Dos caras antagónicas: comerse el mundo a base de talento, al tiempo que se vive en el filo de la navaja. Una dicotomía que impregna la serie y proporciona una tensión que siempre se siente latente.
Actuación estelar de Anya Taylor-Joy
‘Gambito de dama’ recuerda, por el complejo retrato de personajes que ejecuta, a la trepidante ‘Descifrando enigma’ (2014). El papel de la criptografía, ese arte complicadísimo de interpretar las conversaciones del enemigo, lo juega aquí el ajedrez. Ambos protagonistas, Benedict Cumberbatch (en el papel de Alan Turing) y Taylor-Joy exhiben un genio arrebatador. Si la rígida moral de la época se cernía amenazante sobre la homosexualidad del padre de Bletchley Park, el mono de la otra amaga con hacer naufragar su andadura.
Las dificultades de gestionar el éxito personal y la delgada línea que separa el triunfo del fracaso para según que tipo de personalidades, emana como principal subtexto de la serie. Scott Frank acierta plenamente en el tono, haciendo llegar la mística que rodea al mundo del ajedrez. Sólo hacia el final, un desenlace típicamente hollywoodiense, añade cierta dosis de buenismo que no altera el resultado de una magnífica serie.
Nuestra valoración
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