Lo del sábado no fue un concierto cualquiera, es ya historia viva de la música de nuestro país. Sólo lo podía hacer un personaje superlativo sobre los escenarios como es Evaristo Páramos (‘La Polla Records’). Un agitador de conciencias que con sus letras panfletarias y su irreverencia es capaz de resucitar el alma latente del punk y transportarnos a ese Madrid políticamente incorrecto de los 80, el de Tierno Galván, el contracultural, el inconformista y libertario.
‘El Drogas’ comenzó el incendio del Wizink Center
Muchos pensaban que Evaristo era un demente. Dos noches en el desalmado Wizink Center a sus casi 60 años, en pleno Barrio Salamanca y en el día de las Fuerzas Armadas. Arrancó el espectáculo con rigurosa puntualidad. Otro irreverente incendiario como El Drogas se encargó de calentar el ambiente. Otro maestro de lo suyo, de la música, de la transmisión encima de un escenario, del magnetismo. Cantó canciones de su andadura en solitario, pero sabía mejor que nadie que sus himnos de Barricada eran pura gasolina para comenzar con el incendio del recinto madrileño. ‘Frío’, ‘Oveja negra’ o ‘Blanco y negro’ sonaron con una energía impropia de un sesentón, que no jubilado.
La noche ya estaba en llamas cuando aparecieron unas cruces ardiendo, como antesala de dos horas que serán difíciles de olvidar, acompañadas por una libre interpretación gregoriana de ‘Salve’ que se encargó de dar el pistoletazo de salida al desparrame y el desenfreno de las 14.000 almas que abarrotaron el antiguo Palacio de los Deportes. A los asistentes les faltaba el oxígeno. Evaristo parecía haber hecho un pacto con el diablo y estaba poseído y provisto de la energía de un adolescente.
44 canciones a una velocidad de vértigo
Comenzó el frenesí. 44 canciones a una velocidad de vértigo, perdón, 44 himnos que son historia viva del punk nacional. Desde ‘Punkyfer’ a ‘Lucky Man for You’, pasando por ‘Delincuencia’, ‘Odio a los partidos’ o cantando al unísono el ‘Ellos dicen mierda’. Es curioso, pero todas las letras sonaban tan vigentes como entonces. Cada palabra, cada mensaje cobraba sentido en la conciencia de los asistentes. A menos de un mes para que volvamos a acudir a las urnas (ellos siguen cobrando) sonaba el ‘Congreso de los ratones’ escupiendo Evaristo un actual y sincero “Qué felices son haciendo el mamón” o retumbaba el ‘Cara al culo’ con los huesos de Franco en todos los telediarios y en el Día de la Hispanidad, donde gritaron todos al unísono y llegando a retumbar hasta en el Valle de los Caídos el famoso: “Un patriota, un idiota”.
El aire estaba viciado y todos los congregados esperaban ansiosos que Evaristo soltara el micro para volver a pisar el suelo y tomar algo de aire, para instantes más tarde volver a la carga. La noche no estaba ni para asmáticos, ni para corazones propensos al infarto. Y así voló el concierto a la velocidad del veneno de los de Agurain, ¡ni descanso, ni paz!, como acertadamente han titulado a su última y esperada gira.
Akelarre intergeneracional
Los punkies de toda la vida, gente de izquierdas, infiltrados de derecha, adolescentes, jubilados, o personas como las de mi generación. Treintañeros hambrientos y ávidos de ver, por fin, a ‘La Polla Records’ en directo. Porque esto no era Gatillazo, ni The Cagas, ni The Meas, esto era el mejor grupo de la historia del punk de nuestro país, que se dice pronto, incendiando la capital y dejando las expectativas de los presentes más que satisfechas.
No era 1986, no era San Isidro, no hubo disturbios, ni ordas de punkies invadiendo el escenario como sucedió en el concierto más salvaje que se recuerda en Madrid, pero ese mismo espíritu latía al compás del bajo de Abel. El 12 de octubre con una camiseta de la selección de Portugal, Evaristo, el rey del punk que vive ajeno a las casualidades, desempolvó su artillería dialéctica para cagarse en todo Dios, en el de arriba, en los del Congreso, en el Rey y hasta en algún que otro punkie de postal.
Cuando se encendieron las luces avisando que ya era hora de salir, el brillo en los ojos de los asistentes delataba que algo gordo había pasado. Esa noche será difícil de olvidar. Un concierto que se transmitirá de padres a hijos. El punk español no está muerto, está más vivo que nunca. Larga vida al punk, a Evaristo y a ‘La Polla Records’.