Dos potentes acontecimientos, sin aparente relación entre sí, pero extrañamente hermanados en un Auditori lleno a reventar y de aplauso fácil, han servido para darnos la bienvenida a la 57ª edición del Festival de Sitges. Aterrizamos aquí, sumido ya el certamen catalán de cine fantástico en su tercera jornada, y lo hacemos presenciando como Fabio Testi recibe el Premio Nosferatu por su larga trayectoria para, seguidamente, disfrutar de la cinta coreana de Jang Jae-hyun ´Exhuma´.
Fabio Testi: Premio Nosferatu a toda una carrera.
El evento que unió a un actor italiano junto a un thriller coreano de chamanes, dio comienzo pasadas las siete y media de la tarde del sábado. A él llegaba, feliz y radiante, el mítico Fabio Testi. Un eterno galán dispuesto a un breve pero caluroso baño de multitudes. Placer que un público entregado a la causa no pudo negarle.
Testi, que ha trabajado a las órdenes de cineastas de la talla de Vittorio De Sica, Claude Chabrol, Andrzej Zulawski o Lucio Fulci, recibió el premio dejando claro, con esa socarronería que solo él gasta, que: lo mejor, aún está por llegar.
´Exhuma´: un dream team de chamanes llega a Sitges.
Tras la entrega del Premio Nosferatu a Fabio Testi llegó el momento de ´Exhuma´, cinta de Jang Jae-hyun que participa en la sección oficial a concurso de esta 57ª edición del Festival de Sitges.
En ´Exhuma´, obra que ya compitió en el último Festival de Berlín, nos encontramos a un dream team de chamanes que se dedican a exorcizar los fantasmas de adineradas familias coreanas. Aunque el último de los encargos para los que son contratados empieza a torcerse más y más según desentierran la cuerda del misterio. El cual les atrapa a ellos tanto como al espectador, a pesar de esa singular y quizás poco beneficiosa estructura del film en la que, cuando un enigma se resuelve, surge otro. Un poco en plan videojuego, llegando a un final boss de lo más temible.
En verdad ´Exhuma´ evoca mucho, salvando la distancia del tono, mucho más solemne aquí, a las ´Insidious´ de James Wan. Si es que incluso el no menos mítico y tan extravagante como siempre Choi Min-sik, una asusencia de esas que duelen en Sitges aunque mucho haya pasado ya desde que protagonizara ´Oldboy´ (Park Chan-wook, 2003), se transforma aquí en una especie de Lin shaye. Aunque nada quita que la cinta resulte bastante estimulante, aderezada por unas vibrantes ceremonias chamánicas.