Las habitaciones rojas

Crítica de ‘Las habitaciones rojas’ (2023) El mal como atractivo

La fascinación que sienten determinadas mujeres por psicópatas, asesinos en serie y otras excrecencias del comportamiento humano es un enigma insondable. Cartas de amor, visitas a la cárcel, entrevistas apasionadas, excentricidades varias, algunas llegaron incluso a contraer matrimonio y tener descendencia con bestias confesas como Ted Bundy. Mucho se ha escrito y hablado de las llamadas »killer groupis», fenómeno inquietante que ha encontrado abono en las redes sociales. Este es uno de los muchos subtextos que impregnan ‘Las habitaciones rojas’, última película del canadiense Pascal Plante. Cierto es que el director de ‘Nadia, mariposa’ (2020) o ‘Falsos tatuajes’ (2017) no los desgrana todos en profundidad, quedándose algunos en meros apuntes, pero logra tocar fibras sensibles.

Ludovic Chevalier está siendo juzgado, acusado de haber maltratado, torturado y asesinado a tres menores. Grababa sus actos y los servía a través de la dark web. La fiscal presenta el caso con abundantes indicios, pero ninguno de ellos irrefutable. Juliette Gariépy da vida a Kelly-Anne, modelo y jugadora de póker profesional. Persona de éxito que no se pierde ninguna sesión del mediático juicio. Llega a pernoctar en la calle para asegurar su asistencia. Allí conoce y entabla relación con una mujer (Laurie Babin Fortin) que cree ciegamente en la inocencia del procesado. Hibristofilia pasiva guía su deambular. Cuando se disponen a pasar la noche en un oscuro y sucio callejón, le pregunta a su compañera: »¿Que haces aquí Kelly-Anne?»

Intriga y desconcierto

Las habitaciones rojas

Pascal Plante hurta al espectador la respuesta al interrogante para mantener su atención. Logra su propósito. ‘Las habitaciones rojas’ se configura en sus primeros tres cuartos de metraje como una cinta de cine jurídico escrupulosa, coqueteando con los true crimen que tanto proliferan en las plataformas de streaming. Es en el diseño de personajes ambiguos, guardando celosamente sus rarezas dónde la cinta encuentra morbo. Y lo exprime a partir de una puesta en escena en la cuál la protagonista desconcierta. 

El personaje de Juliette Gariépy pone su estatus en juego. Se arriesga a perderlo todo siguiendo la vista oral de un juicio que la implica hasta términos paranoicos. Bajo la estela de una mujer hermosa, triunfadora, se sostiene una irrefrenable atracción por lo prohibido, lo oculto. Gran trabajo interpretativo que surfea con éxito las procelosas olas del crimen más abyecto. Ese que extiende sus siniestros tentáculos a través del avance tecnológico, encontrando nuevas formas de consumo. 

Nuestra valoración

Nota Rock and Films

Tráiler de ‘Las habitaciones rojas’

 

 

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