¿Qué somos capaces de hacer cuando nos enfrentamos a un atropello de dimensiones cósmicas? Esos que no están sujetos a negociación ni admiten posibilidad alguna de consuelo ¿Y si la ley o el orden de cosas establecido juega en nuestra contra, pese a estar convencidos de las bondades de nuestros planteamientos? Es el trasfondo que impregna la última película de Thomas Bezucha, ‘Uno de nosotros’.
Kevin Costner y Dan Line forman un matrimonio maduro. Ambos jubilados, han pasado por el duro trance de perder un hijo. Sobre la viuda de su vástago y su nieto se abre un futuro incierto, marcado por los malos tratos tras un segundo casamiento. Que el menor quede bajo la custodia del padrastro y su familia, quita el sueño a la pareja protagonista. Recuperarlo se convierte en una obsesión. Casi un deber moral, aun a sabiendas de lo difícil de la empresa.
La pareja protagonista, Dan Line y Kevin Costner, lo mejor de la película
‘Uno de nosotros’ se estructura en dos partes bien diferenciadas en cuanto a su tono. La primera abraza el drama de tinte más clásico, donde el mayor disfrute radica en el desarrollo frente a la cámara de Line y Costner. Ambos sublimes, saben trasmitir la impotencia del que cree no estar a esas alturas de su vida para según qué tipo de empresas. También atesora bellas imágenes de los vastos espacios abiertos donde se despliega la trama (Montana, Dakota del Norte), que añade carácter melancólico a su ya de por sí deprimido estado anímico.
La segunda, toma forma de western crepuscular con una tensión in crescendo conforme los diferentes personajes interactúan entre sí, y va ganando peso el matriarcado ejercido por una tal Blanche Weboy (Lesley Manville). Típica mujer que entiende la familia como posesión. Llegado el momento del clímax, de la acción pura y dura, lo que veo se torna previsible y convencional. Punto y final discreto para una cinta que cuenta con apuntes atractivos.
Nuestra valoración