En estos tiempos de reivindicación feminista contra los abusos y agresiones sexuales hacia las mujeres, que tiene en el movimiento»#MeToo» uno de sus puntales más visibles, la ópera prima de la británica Emerald Fennell, de título ‘Una joven prometedora’, aporta un tono de aire fresco, punzante y arrebatadoramente divertido. Carey Mulligan se pone en la piel de una joven que trabaja como camarera en una cafetería. Dejó sus estudios de medicina cuando era una alumna brillante. Un halagüeño porvenir que se vio frenado en seco.
Vive en la casa de sus padres, sin apenas amigos, más allá de la encargada con la que comparte ocupación. Una existencia anodina que se torna en volcánica por la noche. Acude a locales de fiesta simulando estar ebria, cortando en seco a aquellos hombres que la llevan a casa con aviesas intenciones. Comportamiento que esconde un enorme trauma acontecido tiempo atrás, y que Fennell va diseccionando en una narración lúcida, que me mantiene atento a lo que veo.
La película atesora brillantes giros de guión
‘Una joven prometedora’ disecciona una vendetta con gracia. Aborda asuntos terribles, aportando una dosis de perplejidad que nunca sucumbe a la banalidad. Sabe dibujar sentimientos, bucear en el lado humano de víctimas asoladas por el martilleo constante de una injusticia de dimensiones cósmicas. Se empatiza con las mismas, incluso con aquellas que nunca llegan a aparecer en pantalla. Carey Mulligan dota a su interpretación de cierta dosis de irreverencia.
Rozando la frivolidad, sabe alternarla con momentos de pronunciada angustia, donde se percibe una vida rota, hecha pedazos. Un ejercicio tragicómico muy bien redondeado. La cinta no renuncia a giros de guion que la hacen zigzagueante en lo referente a su carácter. Quizá esa sea su mayor virtud, junto a un estilo visual brusco y directo, que pone picante a temáticas sazonadas siempre por la polémica.
Brillante debut.
Nuestra valoración