‘The Witness’ constituye la ópera prima del director coreano Kyu-Jang Cho. No habiéndose exhibido en salas, puede disfrutarse en Netflix. Nos encontramos frente a un thriller que aporta elementos interesantes, que transcienden la mera historia acerca de un pérfido asesino en serie. Tras intentar escapar en vano de su verdugo, una joven es brutalmente asesinada frente a un bloque residencial.
Crimen horrible
El crimen, perpetrado de madrugada a horas intempestivas, es presenciado por dos vecinos. Uno de ellos es Sang-Hoon, recién aterrizado en el barrio junto a su mujer e hija. Desde el balcón de su vivienda, cruza su mirada con la del homicida, en instantes que se le harán eternos, haciéndole entrar en pánico.
El miedo es un incómodo compañero de viaje, pudiendo provocar en quien lo padece todo tipo de reacciones, donde el instinto de supervivencia se impone a cualquier otra consideración. La de este hombre consistirá en guardar un escrupuloso silencio, a la espera que el mirar hacia otro lado evapore su angustia.
El miedo como síntoma
La presencia del criminal por el lugar, con el propósito de limpiar la zona de testigos y, a modo de espectro, intimidar al protagonista, acentúan una tensión muy bien conquistada. Sólo la persistencia de un detective más la reiteración delictiva del sujeto en cuestión, incentivarán a este hombre corriente a asumir esas responsabilidades de las que ha estado huyendo.
El tercio final de ‘The Witness’ se dedica a las ineludibles escenas de acción, dejándome cierta sensación de déjá vu. Sin embargo, se ruedan con la pericia precisa para no desmerecer la globalidad de una obra que se sitúa, en su género, por encima de la media.
Me ha gustado la escena final, mostrando la impersonalidad de las grandes urbes. Rodeado uno de tanta gente y tan solo a la vez.