‘The Quarry’, último trabajo del director Scott Teems destila aroma a sur profundo, pero terminado su visionado tengo la impresión que la historia daba para más, me quedo a medias. Probablemente nadie en tiempos recientes ha sido capaz de retratar la América profunda con la misma perspicacia que los hermanos Joel y Ethan Coen. Su humor irreverente, la violencia soterrada de unos personajes que no abandonan el sarcasmo y la ironía pese a enfrentarse a tesituras surrealistas, han dado brillo a una nueva forma de acercarse al neo-noir casi como experimento social.
La detective embarazada que interpretara Frances McDormand en ‘Fargo’ (1996) o el trabajo superlativo de Javier Bardem en ‘No es país para viejos’ (2007), convertido en uno de los mayores villanos de la historia del cine, forman parte perenne de eso que se ha dado en llamar crónica negra. Teems esboza gusto en el estilo y se rodea de un acreditado reparto, pero a la hora de definir los elementos sustantivos de la trama, la narración pierde fuelle.
Shannon y Whigham entablan un duelo interpretativo de altura
Shea Whigham da vida a un impostor. Un forajido que pone tierra de por medio suplantando la identidad de otro. Su destino es un deprimido pueblo texano donde va a desempeñarse como sacerdote. Uno de esos enclaves pisoteados por la modernidad, víctima de infraestructuras que conectan grandes núcleos urbanos al tiempo que olvidan a tantos pueblos por el camino. La aparición de un cadáver tras la denuncia de un robo, pondrá al protagonista en contacto con el jefe de policía local (Michael Shannon).
‘The Quarry’ se perfila como un thriller crepuscular en el que todo acontece a ritmo lentísimo. Como si las reacciones de los actores reflejaran lo vetusto de un lugar en el que el tiempo parece haberse detenido. Silencios y miradas herméticas constituyen armas poderosas a las que Shannon y Whigham se entregan con solvencia, en un duelo interpretativo que se impone a todo lo demás.
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