Los asuntos relativos a los ricos han sido siempre objeto de escrutinio. La masa sigue sus aventuras en una mezcla de envidia y curiosidad malsana. Aún recuerdo cómo tras la estafa piramidal de Bernard Madoff, la gente se regocijaba en un «se lo tienen merecido» o «la avaricia rompe el saco». Y la verdad es que el sátrapa neoyorquino seleccionaba a sus víctimas entre la crème de la crème de las grandes fortunas. Madoff no engañaba a cualquiera. Hasta para robar siempre ha habido clases. En el otro extremo de las reacciones, se encuentra la indignación que aconteció tras la mayor filtración de la historia. Los llamados ‘papeles de Panamá’, colocaron sobre el tapete cómo los grandes hacendados de todo el mundo ponen su dinero a buen recaudo. Paraísos fiscales, empresas pantalla, testaferros, firmas sin empleados, engaños, estafas y un largo etcétera de artificios contables, sólo al alcance de quiénes pueden pagarse el asesoramiento de abogados y auditores con nulos escrúpulos, desfilan por ‘The Laundromat: Dinero sucio’, última película de Steven Soderbergh distribuida por Netflix.
Una parodia desinhibida y cruel
La sociedad mundial se escandalizó en 2016 cuando el caso salió a la luz. Famosos, cineastas, empresarios, deportistas, políticos (algún primer ministro tuvo que dimitir) vieron sus vergüenzas publicitadas. Era un secreto a voces.
Soderbergh caracteriza a sus personajes a partir de la exageración y la extravagancia. Hace una parodia áspera de la avaricia y la ausencia de miramientos. Crea varias historias que confluyen en la firma de abogados creada por Jürgen Mossack y Ramón Fonseca. Interpretados por Gary Oldman y Antonio Banderas, sus actuaciones no pasan de lo insípido. Sobre todo Banderas, al que la comedia, fuera de los guiones de Almodóvar, termina por vulgarizar.
Meryl Streep es engañada por su aseguradora
‘The Laundromat: Dinero sucio’ arranca con una mujer (Meryl Streep), víctima de una estafa cuando el seguro de accidentes que debe cubrir el fallecimiento de su esposo se inhibe. Jubilada, con tiempo libre y un gran cabreo a cuestas, sus indagaciones le llevan a descubrir el salvaje oeste. Los relatos que corren en paralelo vienen marcados por cierta irregularidad.
No cabe duda del escrutinio pormenorizado que Soderbergh realiza de muchas de las miserias humanas. Se explaya a gusto y me da la impresión que se lo ha pasado en grande rodando la película. Es un provocador nato. En el alboroto encuentra la propuesta su gracia.