El doblete que le pega Joseph Kosinski al 2022 cristaliza con la llegada de ‘Spiderhead’, película lanzada mundialmente el pasado 17 de junio vía Netflix. Esta interesante aunque poco aprovechada sci-fi distópica, inspirada en un relato breve de George Saunders, aterrizó en nuestros monitores siendo su principal campaña de marketing los ecos aún resonantes del morrocotudo éxito de ‘Top Gun: Maverick’. Una inesperada bala en la recamara para Ted Sarandos y compañía, en términos publicitarios, contra la que hasta la presencia de Chris Hemsworth poco o nada puede hacer.
‘Spiderhead’: un libre albedrio algo caro
Steve Abnesti dirige Spiderhead, una penitenciaría en mitad de la nada en la que sus presos, a cambio de libertad total de movimientos dentro del recinto, se prestan a experimentos médicos. Un trato bastante justo, siempre y cuando no acabes la jornada con dos orejas de más o poderes piroquinéticos. Lo último en lo que trabaja el muchacho son una especie de compuestos químicos capaces de alterar nuestra percepción, aunque muy en el fondo su principal cometido es teledirigir nuestros actos. Pero que nadie se entere.
En tal lugar ha terminado recluido Jeff, acusado de acabar con la vida de un amigo en un fatal accidente de trafico. Las últimas sustancias que le hacen tomar son, por ejemplo: una apodada como Love Drug, la cual incita a quienes estén bajo sus efectos a mantener relaciones sexuales con el primero que aparezca; y otra llamada Darkenfloxx, que induce miedo intenso y dolor prolongado. Aunque, y les dejo elegir a ustedes cuál es cuál, una de ellas no le hace ni pizca de gracia tomar al chico.
Allí este entablará amistad con Lizzy, otra presa. Pero cuando todo parece felicidad, jolgorio y una inusitada seguridad en las duchas, Jeff es bendecido con la opción de escoger a qué preso se le inyectan dichas sustancias. Momento en el que sus valores más férreos se verán removidos; desembocando, quién sabe si en un rebelión.
Los nombres equivocados
El ya mencionado Chris Hemsworth; el casi ya actor fetiche de Kosinski: Miles Teller, en la que es su tercera colaboración con el cineasta de Milwaukee; y Jurnee Smollett encabezan ‘Spiderhead’. Un trabajo que, por temática y teóricas inquietudes, evoca a cintas como ‘High life’ (Claire Denis, 2018) o ‘Ex Machina’ (Alex Garland, 2014), y a cineastas como David Cronenberg o Yorgos Lanthimos en cuanto a ciertas sensaciones que quiere transmitir la obra al espectador. Todos ellos elementos que querían o debían ir en el lote, pero que al final es más que probable que se hayan perdido por el camino cual simple moneda de dos céntimos en una carrera hacia el autobús.
Pero para no empezar la casa por el tejado, vereda por la que irremediablemente vamos, dejaré bien claro desde ya que ni Joseph Kosinski me parece el director idóneo para llevar a imágenes lo que se cuenta en ‘Spiderhead’, ni Rhett Reese & Paul Wernick me resultan los guionistas ideales para reflejarlo en palabras. Y no ya por aptitudes o capacidades, sino simplemente ya por una simple cuestión del lugar en que se han colocado en la industria.
Lectura de cargos de Joseph Kosinski
Joseph Kosinski siempre ha estado más cerca del esteta que de otra cosa, y por ello en el plano visual ‘Spiderhead’ tiene su aquel. Pero esta cinta necesitaba algo más que un simple esclavo del detalle escénico.
La historia vive mucho, por ejemplo, de transmitir malestar e incomodidad al espectador; sobre todo en su primera mitad. Un puñado de desconocidos siendo incitados, entre otras fechorías, a mantener sexo con desconocidos sin consentimiento, es un planteamiento bastante hardcore. Pero por desgracia Joseph Kosinski se lo lleva a un terreno que nunca es precisamente el del desasosiego o el malestar para ese voyeur que está mirando.
Ciertos primeros mediometrajes de David Cronenberg, antes de dar el salto al largo con ‘Vinieron de dentro de…’ (1975), vivían de temáticas similares, salvando las distancias. Y pienso por ejemplo en ‘Stereo’ (1969). Por eso, y por su obra posterior, siempre incómoda, había pensado en él. Lo del griego Yorgos Lanthimos es simplemente porque lo considero un maestro en lo que a transmitir malestar se refiere. Su cine te invita continuamente a apartar la mirada al tiempo que te incita a querer seguir mirando, un sentimiento muy apegado a lo narrado en esta cinta que ahora nos ocupa.
A ver, entiendo que ‘Spiderhead’ no deja de ser un producto comercial: con sus estrellas de Hollywood y su cometido de llegar, a cuanto más público, mejor. Pero hay historias que no merecen suavizarse tanto, y esta era una de ellas.
Lectura de cargos de Rhett Reese & Paul Wernick
Rhett Reese & Paul Wernick, como guionistas; papel del que, por otra parte, no se han movido aún; siempre han oscilado en ese tono que va entre la comedia y la comedia negra. Dos casillas muy alejadas de ‘Spiderhead’, lamento decir.
Sus duologías ‘Deadpool’ y ‘Bienvenidos a Zombieland’ hablan por ellos, o incluso ‘6 en la sombra’ (Michael Bay, 2019). Cintas todas ellas muy notables, nadie dirá aquí lo contrario, pero completamente alejadas de las cotas a las que ‘Spiderhead’ podía y debía llegar. De hecho, es tan curioso como sonrojante cazar esos momentos de la película en los que el dúo de guionistas vuelve a su verdadera esencia, cual cabra que siempre tira al monte. Lo hacen con ciertos chistes completamente fuera de lugar que rompen ese adecuado tono que, por otra parte, creo nunca llega a alcanzarse.
La sentencia
Otra cosa que duele de ‘Spiderhead’, casi más que una investigación de Hacienda, es la deriva final que adquiere la obra. Tener un punto de partida tan extraño, rocambolesco y evocador, para acabar aparcando la nave en una vulgar historia de fugas carcelarias, me parece un desperdicio. La historia pedía más. Exigía más. Pero aquí nadie parece haber estado a la altura del experimento.
Sí. ‘Spiderhead’ es entretenida, no excesivamente larga, y asequible más allá de la extrañeza inicial. Otro elemento, este último, también poco exprimido, pero aún así creo que en determinados aspectos más aprovechado. Por ejemplo: a nivel de personajes. Hay en ellos una ambigüedad bastante estimulante que se prolonga más allá del primer acto de rigor.
Pero vamos, entre pitos y flautas, este quinto largometraje de Joseph Kosinski se me queda algo cojo.
Nuestra valoración: