Para su quinto largometraje de título, ‘Sólo las bestias’, el director francés Dominik Moll recupera un elemento esencial presente en sus dos primeras películas (‘Harry, un amigo que os quiere’ y ‘Lemming’) sendos thrillers magníficos que compitieron en Cannes por la palma de oro: el contraste de personajes. En la caracterización de los mismos acentúa sus diferencias, insertándolas con naturalidad en la trama. Articula historias dispersas que se finiquitan con brillantez.
Aquí enmarca la cinta en un entorno rural. Una zona montañosa que sufre el rigor del clima invernal. A partir de la desaparición de una mujer (Valeria Bruni Tedeschi) de la que sólo se localiza su vehículo abandonado, una serie de sujetos van a dar rienda suelta a sus pasiones, obsesiones y desenfreno. Bajo una narración típicamente episódica, las historias se entremezclan en un ambiente donde reina lo insólito. Unas actitudes poco comprensibles que llaman a la puerta de la soledad, del enclave aislado, la rutina y el hastío.
Estupendo reparto. Todos los actores cumplen
En la disección de los sentimientos humanos más primarios, empezando por el deseo, ‘Sólo las bestias’ encuentra una mina. Se apoya en un reparto en estado de gracia (Denis Menochet, Laure Calamy, Damien Bonnard…). Saben transmitir la seducción que alberga lo prohibido: el escarceo fuera del matrimonio, la homosexualidad, la fantasía de las redes sociales, la atracción por el perturbado, el engaño.
Desde la primera y hasta la última secuencia Moll consigue que los anhelos y sentimientos de estos lugareños alumbren ansiedad y desasosiego. Esos pequeños secretos que todos, en mayor o menor medida llevamos dentro, se muestran en crudo, sin cocinar. En su resolución la película sortea el tótum revolútum merced a un guion sin aspavientos y a ciertas licencias argumentales que le aportan un aire ligero, sin excesivas pretensiones.
Le sienta bien.
Nuestra valoración