Mucho se ha escrito y publicado sobre la guerra de Iraq y de aquella emblemática foto de las Azores, que supuso el pistoletazo de salida a un conflicto bélico del que aún a día de hoy nos llegan ecos. Busch, Blair y Aznar eran secundados en segundo término por quien ejercía de anfitrión, el primer ministro portugués Durao Barroso. El luso fue más prudente que el español, presto a codearse con lo más granado de la política internacional. De aquellos tiempos en que nuestro José María era »Ansar», y ponía los pies sobre la mesa en distendida charla con George Busch, vinieron luego estos lodos. Aquellas imágenes han pasado a la posteridad como el comienzo de un engaño masivo, para sostener una acción armada de enorme impopularidad. Gavin Hood toma en ‘Secretos de Estado’ el affaire de Katharine Gun (Keira Knightley), quien, trabajando como traductora para el espionaje británico, filtró al diario »The Observer» un memorándum en el que se instaba a espiar a miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Chantaje para apoyar la guerra.
La propuesta naufraga por un pobre guión
El principal problema que atesora la película es la de un guión plano, al que escolta una narración monótona. Lo rutinario se impone en un ejercicio de estilo previsible, falto de creatividad. Es como ver a un funcionario firmando impresos uno tras otro. Y claro, la sensación de aburrimiento aterriza.
Hasta Keira Knightley, que si por algo se caracteriza es por una expresión facial capaz de transmitir las más variadas sensaciones, se muestra impávida. Los elementos dramáticos vienen envueltos en la sosería. No hay profundidad en las motivaciones que llevan a una joven traductora a cruzar la delgada línea que la ubica fuera de la ley. Más allá de cierta indignación al escuchar a Tony Blair en televisión proferir mentiras o medias verdades, y la genérica conversación con su abogado sobre las víctimas de la guerra.
Tampoco se explota la dicotomía traidor héroe. Lo que para unos es un compromiso con la verdad. Un servicio impagable al pueblo por mostrar las vergüenzas de sus líderes, para otros es el peor de los actos. Una deslealtad para con tu nación y compatriotas.
Como crítica política, hace poco daño
Tampoco creo que Tony Blair, principal destinatario de los dardos lanzados por ‘Secretos de Estado’, se sienta particularmente perturbado por lo exhibido. Es probable que su incomodidad fuera mayor al verse caracterizado como un perro faldero, al servicio de su amo americano, en aquel genial videoclip de George Michael »Shoot the Dog».