‘Rosie’, película del director irlandés Paddy Breathnach, toma el nombre de la protagonista a la que da vida Sarah Greene. Presentada en el Festival internacional de cine de Toronto, narra las vicisitudes de una pareja con cuatro hijos. Tres de corta edad y la mayor con 13 años. Habiendo sido desalojados de la casa en la que vivían de alquiler por la intención del propietario de venderla, se ven sin un techo en el que acomodarse.
Esta sacrificada madre busca a lo largo del día un lugar donde pasar la noche. Todos sus enseres se acumulan en forma de desmadejados bultos en el maletero de un utilitario. La delgadez del estado de bienestar irlandés, extrapolable al de muchos europeos, encuentra mordaz crítica cuando la tarjeta de crédito proporcionada por el ayuntamiento de Dublín, no basta para que esta gente encuentre una habitación de hotel por más de una noche. La vacuidad hecha oficial.
Tener trabajo, no es sinónimo de llevar una vida digna
El padre se llama John Paul (Moe Dunford). Teniendo trabajo en un restaurante, a duras penas es capaz de proporcionar a los suyos sustento básico. El ámbito familiar ha sido probablemente el elemento más sustancial a la hora de mitigar los devastadores efectos derivados de las crisis económicas. Lo ha sido también en España. La solidaridad de abuelos, hermanos y demás allegados, ha mostrado la fortaleza de la institución familiar. Su enorme poder de cohesión en momentos de dificultades, evitando que nuestras sociedades se deslicen por una pendiente aniquiladora.
En el caso de la pareja protagonista este apoyo falla. La abuela materna mantiene con su hija, Rosie, una enconada distancia. El rencor larvado largo tiempo es condición necesaria, aquí también suficiente, para dejar a los suyos en la intemperie. Cosas de adultos, de imposible entendimiento desde la bisoñez. La tensión que se cuece entre la triste realidad y el amor propio, tiene a unas criaturas como testigos mudos.
Una película que perdura
El plano secuencia siguiendo la espalda de la protagonista, basta para mudar la pesada carga que transporta hacia el espectador. El destemplado clima oceánico hace el resto.
Cine social perturbador. De sencillez formal, hay hondura en un mensaje de regusto pesimista.