Crítica de ‘Posesión infernal: El despertar’ (2023). El éxodo urbano de ‘Evil Dead’

Diez años después de la estupenda ‘Posesión infernal (Evil dead)’ (Fede Álvarez, 2013), y cuarenta y dos más tarde de la catedralicia ‘Posesión infernal’ (Sam Raimi, 1981), llega ‘Posesión infernal: El despertar’. El personal homenaje del realizador Lee Cronin, y quien sabe si el primer eslabón de una inmediata expansión de la franquicia, a uno de los tótems del cine de terror. Cinta que desde el pasado 21 de abril ya puede disfrutarse en cines.

Alyssa Sutherland y Lily Sullivan protagonizan la que se convierte en la quinta entrega de una saga que apuesta fuerte por subirse a ese carro del éxito en el que ya viajan revivals como los de ‘La noche de Halloween’ o ‘Scream’. Y para muestra un botón: un film que, en su concepción, iba destinado al mercado del streaming, ha terminado gozando de un generoso, y provechoso, lanzamiento en salas. Ese volantazo de Warner, unido a las buenas críticas y a la más que probable fecunda taquilla, hará que nuevas secuelas llamen a la puerta con brío. Y si son del nivel de la que ahora nos ocupa, bienvenidas sean.

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El signo de los tiempos

Ya desde su vigoroso prólogo, que más tarde descubriremos que no es prólogo como tal, ‘Posesión infernal: El despertar’ te gana. Una pieza, esos primeros minutos de metraje antes del pertinente título, que nunca había pesado demasiado en la saga de Sam Raimi; pero que aquí, demostrando un poco el signo de los tiempos y lo que ha calado el retorno de Ghostface, cobra un peso específico y fundamental.

Esos prólogos, casi a modo de cortometraje, en los que la esencia del material base y los vientos de cambio que traen las nuevas generaciones de cineastas que se ponen al frente de ellos se entremezclan, hibridando en un nuevo ser que guste a propios y extraños al tiempo que se riza el rizo, se infiltra aquí con fuerzas renovadas. Ello implosiona cuando ese malévolo e insidioso espíritu, que trota incansable por los bosques norteamericanos ávido de almas, termina revelándose únicamente como un molesto dron. Una broma pesada por la que Lee Cronin ya merece todo nuestro amor y respeto.

Dejando atrás el desprejuiciado cachondeo

Tras la contundente, y casi que mesiánica, aparición del título, ‘Posesión infernal: El despertar’ se pone manos a la obra con la especialidad de la casa. Lee Cronin desata un maravilloso infierno de deadites entre homenajes, tanto a la saga original como a clásicos del género. Todo ello bajo ese solemne y oscuro tono que ya fijara hace una década el uruguayo Fede Álvarez en su aportación a la saga. Una oscuridad que esta vez también se imprime, literalmente, en la fotografía de Dave Garbett.

Lejos queda ya, por desgracia, la comedia delirante de ‘Terroríficamente muertos’ (1987) y ‘El ejercito de las tinieblas’ (1992). Parece ser que ahora todo necesita imbuirse de dramatismo, y más aún el terror. Y el desprejuiciado cachondeo de aquel díptico comandado por Bruce Campbell, bastante alejado por cierto del de la película de 1981, hoy en día sería impensable.

En ‘Posesión infernal: El despertar’ nos topamos con Beth, una joven que intenta afrontar con entereza un embarazo no deseado mientras lidia con su hermana Ellie, el ejemplo más cercano que tiene de madre. En su proceso de descubrir que seguramente está más preparada para la maternidad de lo que ella cree deberá enfrentarse al encarnizado infierno que va a desatar la apertura del Naturom Demonto.

Posesión infernal: El despertar’: Los Deadites se mudan a la gran ciudad

Bajo el gancho de haber usado 6.500 litros de sangre falsa ‘Posesión infernal: El despertar’ demuestra que un tono más serio no debe estar reñido con el más primario de los disfrutes. Y es que este film de Lee Cronin es ese in crescendo de salvajismo sin cortapisas que todo fan espera y desea.

Bajo una trama que evoca directamente a la reciente ‘Venus’ (2022) de Jaume Balagueró, se desarrolla una cinta que, al igual que hiciera la aún más reciente ‘Scream VI’ (Matt Bettinelli-Olpin & Tyler Gillett, 2023), busca y encuentra nuevos escenarios. La clásica ajada cabaña aislada en mitad de un frondoso bosque es sustituida aquí por un no menos ajado y aislado bloque de edificios. Una mudanza que no está reñida con los habituales trucos de la saga.

Todo ello en un trabajo que, evidentemente, es más de lo mismo. Pero uno impecable en lo que a factura técnica se refiere, y ejemplar en lo que a fondo de armario. Dos máximas que ya seguía el remake de 2013. Solo que aquí Lee Cronin se saca el as bajo la manga de convertir en un absoluto icono a la villana de la función, gracias a una Alyssa Sutherland muy inspirada y totalmente entregada a la causa.

Nuestra valoración:

Nota Rock and Films

Tráiler de ‘Posesión infernal: El despertar’

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