‘No Sudden Move’, última película de Steven Soderbergh producida por HBO, destila cinismo, también una pizca de mala leche e irreverencia a la hora de radiografiar el entramado que tensiona el mundo del hampa, la delincuencia y los bajos fondos. Nos lleva a la ciudad de Detroit. Mediados de los cincuenta. La urbe vive años dorados gracias a la industria automovilística. Tiempos de expansión, oportunidades y crecimiento manando a borbotones, roto algunas décadas después por ese vocablo tan desagradable (en fondo y forma) denominado deslocalización.
Dos malhechores de escaso lustre (Don Cheadle y Benicio del Toro) son contratados para retener a la familia de un empleado, mientras éste sustrae documentos de la empresa donde trabaja. Desempeño rutinario que, cómo pueden imaginar, acaba complicándose. Sometidos a presión, el dúo protagonista pretende desenredar un entuerto que les viene grande y, de paso, sacar algo de tajada. Con estos mimbres, Soderbergh nos regala una brillante cinta, bebiendo del cine negro en su concepción más clásica.
Soderbergh vuelve a rodearse de sus actores fetiche
La película despliega un guion incisivo, al tiempo que su director pone la cámara al servicio de cadencias, encuadres, movimientos, planos y contraplanos con los que conforma una puesta en escena siempre estilosa. Una capacidad narrativa presente ya en su ópera prima ‘Sexo, mentiras y cintas de vídeo’ (Palma de oro en Cannes), que tocó cénit en la extraordinaria ‘Traffic’. Notable capacidad para mostrar, a lo largo de su dilatada filmografia, bajas pasiones y una larga lista de miserias humanas: desde las múltiples caras del narcotráfico; la capacidad destructora de la corrupción; los aromas de la traición; pasando por la tenacidad de grandes empresas y corporaciones para pasar por encima de lo que se interponga en sus oscuros objetivos.
Y son de agradecer sus maneras poco edulcoradas y ligeras de moralina con las que cuenta historias. ‘No Sudden Move’ echa mano de actores habituales en las cintas de Soderbergh. Aun en pequeños cameos (como en el caso de Matt Damon y Ray Liotta), aportan consistencia a las diversas tramas que vertebran un relato complejo. Donde las diversas aristas del poder exhiben su lado más oscuro y descarnado.
Buena.
Nuestra valoración