La actriz Amy Poehler vuelve a la carga en labores de realización con ‘Moxie’, tras debutar hace un par de años en la cinta ‘Amigas con solera’ (2019). Y lo hace con un drama enclavado en el subgénero high school, y articulado a modo de desdibujado fanzine de poderoso influjo feminista, basado en la novela homónima de Jennifer Mathieu. Un trabajo de inapelable fondo, aunque pasmosamente torpe en las formas, que desde el pasado 3 de marzo se puede encontrar en Netflix.
Un film, este ‘Moxie’, sin lugar a dudas bienintencionado y pertinente en su mensaje. Pero, a pesar de ello, algo en él me perturba. Soy incapaz de definir con palabras (aunque más adelante lo voy a intentar) esa pegajosa e incómoda sensación de bochorno continuado que te persigue durante todo el metraje. ¿Ustedes también lo han sentido?…
Una bestia llamada insti… digo, machismo
Vivian es una apocada y retraída adolescente a la que se le pone por delante, cual desbocada bestia, el primer día de instituto. La Rockport High School se planta ante ella de manera imponente. Muchas emociones colisionan en ese impredecible y temido semáforo en verde que dará paso a una de las más descarnadas etapas de nuestra vida. Una carrera de obstáculos en la que contará con la compañía de Claudia, su fiel amiga de toda la vida.
En estas, la joven Lucy se incorpora a las filas del alumnado. Ésta y sus anhelos de una, hasta ahora utópica, sociedad igualitaria, chocarán frente a frente con tres pesados obstáculos. Mitchell, un prepotente y engreído alumno, líder del equipo de fútbol americano, que aspira a lograr una cuantiosa beca deportiva por su cara bonita. Un desinteresado personal docente, liderado por la directora Shelly, demasiado dado a mirar hacia otro lado. Y guiándolos a todos ellos, una tóxica y dañina sociedad patriarcal que ha impuesto su machista ley en la Rockport High School.
Vista la situación a Vivian no le queda otra que tomar cartas en el asunto, cual heroína sin capa de la generación Z, e influenciada directamente por el pasado activista de su madre. Esta, dándole una patada a su miedo escénico, crea un fanzine feminista que deja en evidencia la situación de inferioridad que sufre un alumnado femenino eternamente sometido por el yugo del macho alfa.
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Una puñalada llamada costumbrismo
De esa premisa parte ‘Moxie’. Un drama high school que sobrevuela por temas candentes, pero al que las formas le pierden mucho. Pudiéndose decir que, a la hora de la verdad, a Amy Poehler y compañía les ha seducido más el fondo que la forma.
El costumbrismo mal entendido es uno de los grandes lastres, sino el que más, de la obra. Durante los casi ciento veinte minutos de metraje, esa comedia forzada, y probablemente involuntaria, acaba actuando como fastidiosa moneda en el zapato. A lo largo de su carrera como actriz, y también en su debut en la dirección, ese género ha sido siempre timón de Amy Poehler. En ‘Moxie’ ello acaba filtrándose en el tono de la propuesta, creándole a la misma unas enormes goteras frente a las que no basta con achicar agua.
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Ese tono costumbrista pesimamente embutido en un guion firmado por Tamara Chestna y Dylan Meyer y aun más pesimamente llevado a imágenes por la realizadora, acaba asestándole una puñalada al film. Ello deriva en un producto final en el que sobresale más la chirriante forma que el brillante fondo, a modo de inoportuno eclipse. Por ello al final personajes como el de la madre, interpretado por la misma Poehler, acaban resultando fatigosos lastres de trazo muy grueso.
‘Moxie’: Impersonales maneras visuales
Y si escarbas un poco más en el guion de ‘Moxie’, cosa al final poco o nada recomendable, compruebas que hay más sitios en los que deja mucho que desear. El tema central de la película lo tenemos claro ¿verdad? ¡O quizás no! Al final, se le crucen por delante los problemas que se le crucen a la buena de Vivian, este trabajo de Amy Poehler no deja de ser la típica cinta de instituto cuyo fin máximo es encontrar el amor. Que nada nos desvíe de ahí, por favor.
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A ese errático texto hay que unirle un desangelado aspecto visual, a medio camino entre el telefilm vespertino y la sitcom, que tampoco ayuda. Por ahora el carisma de la Amy Poehler directora aún habita escondido en la madriguera.
Un segundo largometraje que posa todo su peso, delante de la cámara, sobre los hombros de jóvenes promesas con energía, pero faltas de punch. Por ahí anda un Patrick Schwarzenegger, al que vimos hace no mucho en la estupenda ‘Daniel no es real’ (Adam Egypt Mortimer, 2019), con clara filia por los villanos. Los actores de más enjundia, la propia Poehler, Marcia Gay Harden o Clark Gregg, quedan recluidos en papeles secundarios de poco lustre.
Nuestra valoración