La última película del director británico Alex Garland, de título ‘Men’, como inmersión sensorial queda lastrada por un punto de partida menos sugerente que en anteriores trabajos. Las características menos intuitivas de la mecánica cuántica, chocando con nuestra forma clásica de entender el mundo que envolvía la miniserie ‘Devs’ (2020) y los desafíos de la inteligencia artificial que perturbaban en ‘Ex Machina’ (2014), dejan paso al desplome del mundo en torno a la protagonista (Jessie Buckley) mientras intenta gestionar el sentimiento de pérdida.
Buckley es una mujer que decide poner tierra de por medio viajando hacia la campiña inglesa. Allí se hospedará durante quince días en una de esas mansiones de ensueño que dan fama de idílico a aquel lugar. El dueño de la mansión en un momento determinado le dice a su huésped: »no debiste hacer eso. Fruta prohibida», al morder esta, una manzana que cae del árbol. Pecado capital o anécdota que forja uno de los »eurekas» más famosos de la historia de la ciencia.
Jessie Buckley, en impresionante interpretación, se come la pantalla
Curar heridas, sobrellevar el duelo y encontrarse consigo misma son las pretensiones de una mujer devastada. Su zona de confort se verá alterada al interaccionar con una serie de personajes, cuyas caracterizaciones recuerdan al mejor Guillermo del Toro. Una serie de sujetos que van a asaltar su estado emocional atizando los más burdos estereotipos sobre la condición femenina. En esa confrontación se deslizan diferentes caras acerca de la reciedumbre masculina. El rostro de incredulidad de la protagonista deriva en incomodidad creciente cuando un agravio abre paso al siguiente.
Tan libre como desprejuiciada, siempre contemplativa, ‘Men’ está repleta de metáforas y alegorías más o menos afortunadas, con imágenes magnéticas que no defraudarán a los seguidores de Garland. El tono de thriller psicológico del comienzo desemboca hacia el tercio final en una cinta de terror con guiños al cine fantástico, donde Garland invita al espectador a estrujarse los sesos para desentrañar una trama deliberadamente abierta, indeterminada. Una falta de concreción en la que lo inconexo de la historia diluye el mensaje que su autor pretende esbozar.
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