Djibuti 1976, última colonia francesa. Crisis del petróleo, guerra fría, el cuerno de África convertido en un polvorín. Unos terroristas secuestran un autobús de escolares repleto de hijos de occidentales, colonos para los que perpetran la acción. Antes de llegar a Somalia, destino último de los asaltantes, el autocar queda varado, con las fuerzas somalíes de un costado, y las francesas de otro. ‘La intervención’ no se ocupa de las razones de los secuestradores, las obvia por entero a lo largo de la película. La situación geopolítica del momento y sus implicaciones regionales tampoco ocupan a Fred Grivois.
Escenas de acción a falta de mejores ideas
En ‘La intervención’, Fred Grivois quiere retratar una epopeya. Y en ello pone todo su empeño. Lástima que sus ganas y determinación rivalicen con una evidente falta de talento. Las fuerzas francesas al rescate de unos niños inocentes. A partir de ahí las escenas de acción se suceden. Las veo con agrado, están bien rodadas, hay oficio en la puesta en escena y cierto gusto por los detalles.
Pero la caracterización de los personajes está más manoseada que un tebeo. El enfrentamiento de los protagonistas constituye una partitura muchas veces interpretada. El aguerrido militar cumplidor en extremo de las órdenes, contrapuesto al oficial de inteligencia, moviéndose siempre entre bambalinas, tomando decisiones arbitrarias que desembocan en la heroicidad.
Exaltación patriótica
La épica tiene rostro de mujer. Una maestra que no duda en poner en peligro su integridad, para salvaguardar la de sus alumnos. Acierta el director en la elección de la actriz Olga Kurylenko, un oasis de fría elegancia en medio de la aridez del paisaje. ¿Caerá rendida la bella profesora en los brazos de sus libertadores?
La exaltación de los valores patrios por encima de burocracias, el acierto en el disparo de los buenos, cayendo los malos como moscas sobre el polvoriento desierto, más la falta de pericia de los segundos, forma un retrato, casi una fotografía de lo que hemos llamado en otras ocasiones americanada.
Deberíamos acuñar un nuevo vocablo para referirnos a estas gestas galas, que no desmerecen en propaganda, a los peores títulos de Bruce Willis. Todo el mundo tiene derecho a su momento de gloria, como dijo un famoso general americano de la II Guerra Mundial, los franceses llevan sin ganar una guerra desde Napoleón.