‘I Care a Lot’, último trabajo del director inglés J Blakeson, comienza con una disertación sobre la vida por parte del personaje que encarna Rosamund Pike, que bien podríamos enmarcar dentro del darwinismo social más extremo. Es una declaración de intenciones acerca del subtexto que va a impregnar la película: el fuerte sojuzga al débil. No hay consideraciones éticas ni morales. Sólo el simple hecho de proponérselas, da una imagen de endeblez que, en un mundo despiadado y sin reglas, apunta a decadencia.
Pike y Eiza González dan vida a una pareja de lesbianas. Actúan como tutores legales de ancianos que no pueden valerse por sí mismos. Pasando por encima de familiares y aprovechando las fisuras del sistema judicial, toman su posición de fuerza para desbalijar en beneficio propio a estas gentes incapaces de defenderse. En su camino se va a cruzar una anciana (Dianne Wiest), a pripori desvalida, sin familiares y con una considerable fortuna a cuestas. Toda una perita en dulce para la pareja de sátrapas. El problema es que las apariencias engañan. Y tras esta mujer emerge la figura de Peter Dinklage y la mafia rusa.
Soberbias actuaciones. Gran película
Rosamund Pike recupera en ‘I Care a Lot’ ese tono cínico, no exento de codicia, con súbitos cambios de ánimo y prontos subidos de tono que ya mostrara en ‘Perdida’ de David Fincher. Junto a sus compañeros de reparto, todos magníficos, secundan los giros de guion en esta trama divertidísima, donde la caracterización de personajes apela a lo grotesco: el mafioso enano, la abuela iracunda (con muy mala leche), autoridades ignorantes, una pareja protagonista cuyo morbo se acrecienta frente a sus fechorías, un asilo descacharrante y unos sicarios propios de cómic.
Tal y como ejecutara en su ópera prima ‘La desaparición de Alice Creed’, Blakeson manipula al espectador con talento. Sus cerca de dos horas de metraje transcurren en un parpadeo. Manteniendo la intriga hasta el final, ‘I Care a Dot’, recuerda, en ese constante ejercicio de lucha por el poder (el que aporta la pasta, el dinero), que en la selva nunca hay un segundo de respiro.
Nuestra valoración