Edward Norton debutó como director en el año 2000 con ‘Más que amigos’, una comedia romántica que dejó un buen sabor de boca. Su segundo trabajo tras las cámaras, ‘Huérfanos de Brooklyn’, adapta una novela de Jonathan Lethem. Norton traslada una trama detectivesca ambientada en los 90, al Nueva York de la década de los 50. Un homenaje al cine negro con sus característicos coches de época, largas gabardinas y las imprescindibles visitas a esos míticos clubs nocturnos, dónde se disfrutaba en directo del mejor jazz. Despliega un aroma a cine clásico, manejando con destreza los elementos distintivos del género.
No podía faltar un crimen como elemento central
‘Huérfanos de Brooklyn’ saca músculo al contar en su reparto con los consagrados Bruce Willis, Willem Dafoe y Alec Baldwin, aunque es el propio Norton quien soporta sobre sus espaldas el peso de la historia. Interpreta a un detective de medio pelo, aquejado del síndrome de Tourette, una dolencia que castiga al que la padece con reiterados tics motores y fónicos. Y parece que se encuentra cómodo. Ya dejó constancia de su desparpajo en ese tipo de papeles en las comerciales ‘Las dos cara de la verdad’ de Gregory Hoblit y ‘The Score (Un golpe maestro)’ de Frank Oz. Si en la segunda daba vida a un retrasado con problemas de movilidad, en la primera llevaba la doble personalidad de un asesino al borde del escalofrío.
Cuando su mentor Frank Minna (Bruce Willis) sea asesinado, su obsesión será dar con los responsables. Se va orquestando un thriller cuyo disfrute radica en los detalles. Un ejercicio al que su autor se emplea con gusto y minuciosidad menestral. Con el que muestra talento y oficio.
Esperaba más del reparto
De duración elefantiásica (144 minutos de película), en el debe de Norton radica el no haber exprimido el fantástico elenco del que se ha rodeado. Si en otras producciones su concurso como actor ha dado brillo a cintas, escondiendo sus carencias, en ‘Huérfanos de Brooklyn’ esperas algo más del tándem Dafoe-Baldwin, claramente infrautilizados.
La conversación que sostienen en una piscina Edward Norton y Alec Baldwin, me parece una imitación risible de la escena que protagonizaron en ‘Un golpe maestro’ Marlon Brando y Robert de Niro. Un bis a bis tan breve como repleto de hondura. Un deleite cinéfilo con los dos padrinos Corleone que Francis Ford Coppola hiciera eternos en la mejor saga de la historia.