El vicio del poder

Crítica de ‘El vicio del poder’ (2018). ¡Vivan los villanos!

¡Vivan los villanos!, gritó Adam McKay con el puño en alto. Luego dirán los intensitos que si el cine de superhéroes no sienta precedente, que si nos atonta, y tal. Pero «El vicio del poder» es un film de villanos en toda regla, de esos que están tan de moda ahora. Dick Cheney es el Loki trajeado y con maletín; o Galactus, como el propio cineasta referencia en su cinta. Aunque claro, en hablando de política lo verdaderamente difícil seria hacer un film de héroes. Eso sí que sería osadía.

Adam McKay no da su brazo a torcer

Totalmente confirmado, Adam McKay sigue siendo el mismo resabido de siempre. Pero lo que antaño terminó jugándole una mala pasada en «La gran apuesta» (2015), ahora acaba beneficiándole. Fruto quizás de una temática que se presta mucho mejor al arriesgado juego que propone el realizador de Philadelphia. La política es mucho más agradecida que la bolsa. Y fruto seguramente también, en buena medida, de un espectador que llega prevenido al percal, dicho sea de paso. Yo me enfrentaba a «El vicio del poder» con las mismas esperanzas que se enfrentaría un centollo a una cena de navidad, cero. Pero al final, por fortuna, me tengo que tragar mis pensamientos impuros. La película me ha seducido más de lo que presagiaba.

El vicio del poder

Dick Cheney, ese gran desconocido

Detrás de todo gran hombre siempre hay una gran mujer. Supongo que ese dicho también puede extrapolarse a todo hombre miserable, como es el caso. Y bajo esa máxima respira “El vicio del poder” para desarrollar una intensa radiografía de Dick Cheney y de quienes le rodearon durante sus varias etapas en la Casa Blanca. Es evidente que el sueño americano también está muy presente en la cinta, de eso no cabe duda. También esas (no tan) férreas convicciones yankees de las que tanto alardean los estadounidenses. Y entre pitos y flautas Adam McKay nos entrega una más que interesante y nada sutil ´sátira´ política tan despiadada y cruel como dolorosa y panfletaria pro-demócratas.

Aun siendo eminentemente amena y cercana a cualquier tipo de espectador, “El vicio del poder” tiene fallas en lo narrativo. Resulta cuanto menos curioso como todo lo acontecido previo al 11-S resulta mucho más efectivo que lo posterior a esa fatídica fecha. Y digo curioso porque imagino que debería haber sido justamente al revés, y más teniendo en cuenta todo el potencial de esa parte del relato. George Bush hijo, la guerra de Irak y las armas de destrucción masiva son un tridente mágico que no debería andar falto de gancho, pero al final todo ello se termina haciendo mas farragoso que lo concerniente al surgimiento de la figura de Cheney. Evidentemente la película en ningún momento resulta aburrida, que conste en acta.

Interpretativamente hay un sólido reparto y unas caracterizaciones muy logradas. Pero en este tipo de films siempre me surge una duda, ¿donde se traza la linea entre la interpretación y el maquillaje?…

El vicio del poder

Adam McKay supera la moción de confianza

A todos aquellos que les enamoró “La gran apuesta”, que los hay, muy posiblemente “El vicio del poder” les deje tibios. Y no es por otra cosa que por la tosquedad de este film, cualidad (mal)interpretada como cambio a peor de Adam MacKay. En verdad esta cinta es como un elefante en una cacharrería, en lo que a términos de mensaje se refiere. Pero el cineasta lo hace con total y absoluta autoconsciencia, y es tan resabido el muchacho que incluso se permite reírse de ello. La escena post-créditos es para enmarcar.En definitiva, vuelvo a creer en ese cínico y estridente analista de las altas esferas llamado Adam McKay.

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