La primera incursión tras las cámaras del actor Channing Tatum, acompañado en la dirección por la debutante Reid Carolin, de título ‘Dog. Un viaje salvaje’, se configura como una de esas road movies de tono desenfadado, sin excesivas pretensiones en lo artístico, donde se busca con ahínco el lucimiento del protagonista. Tatum, que comparte pantalla junto a un malinois belga, se luce más bien poco. Creo que incluso los incondicionales de este bailarín y modelo, reconvertido en actor, no se sentirán especialmente atraídos por su desempeño.
Interpreta a un soldado ansioso por volver a la acción tras padecer un traumatismo cerebral. Se le encarga la misión de trasladar a la perra de un icónico y mediático militar recientemente fallecido. Deberá llevar al can en su furgoneta. Un trayecto de varios días para que asista al funeral en honor a la persona con la que compartió vida castrense. Huelga decir que el can es de armas tomar. Irascible, indomable, de trato imposible, el trayecto se antoja movido.
La película transita por territorios muy trillados
El ejército americano se vanagloria y presume de ocuparse siempre de los caídos en acto de servicio. Se intenta recuperar sus cuerpos para entregarlos a sus familiares, honrar su memoria y no dejar a nadie en el camino. En esta particular idiosincrasia de un país acostumbrado a los conflictos, se inserta una historia que, mirada desde otras ópticas, podría resultar un tanto chirriante, cuando no directamente extravagante o ilusoria.
El problema de ‘Dog. Un viaje salvaje’, no nace de su punto de partida, es el desarrollo de la misma lo que la convierte en fallida. Demasiado liviana como comedia, al tiempo que como drama se acomoda al cliché. En esta película, Channing Tatum y su perro parecen dos almas errantes en busca del camino que antaño les hizo felices, en el caso del animal porque es para lo que ha sido entrenado, en el del hombre para escapar de otras obligaciones. Para cuando creen haberlo alcanzado, este cronista hace rato que se bajó de un relato simpático por buenista, mediocre por reiterativo, que me deja indiferente.
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