‘Despierta la furia’, cuarta colaboración entre el actor Jason Statham y el director Guy Ritchie (el próximo año contemplará la quinta) cumple exactamente con lo que se espera de ella. Abraza sin miramiento alguno todos los clichés del género: tipos duros, cuyos rostros apenas si esbozan una mueca; diálogos repletos de jerga macarra; traiciones; actitudes intimidantes y un carácter amoral en el que se circunscriben las acciones de los intérpretes. Estamos en la ciudad de Los Ángeles. Statham comienza a trabajar, tras un corto y anodino periodo de prueba, como guardia de seguridad en una empresa de transportes.
Los camiones blindados donde se traslada el dinero constituyen un goloso objetivo para los amigos de lo ajeno, que pueden convertir dicho empleo en una pesadilla. Este hombre, flemático y distante, guarda entre ceja y ceja un inescrutable pasado, que va perfilando una vendetta de tintes volcánicos. No vendría nada mal la confección de algún esquema para seguir una trama enrevesada, con varias líneas temporales desde la que diferentes personajes muestran su visión del embrollo.
El elenco, veterano, cumple su cometido
Guy Ritchie deja su cámara en la sala de reanimación de urgencias tras someterla, mediante una cadencia convulsa, a un guion sobrecargado y con más agujeros que un queso gruyer. ‘Despierta la furia’ viene a apuntalar la condición de un autor irregular, que deja escaso margen para la equidistancia. De adeptos tan inquebrantables como detractores viscerales. En todo caso presencio una película digna, visual y estéticamente atractiva, con acción desbordante muy bien rodada, que me hace pasar un buen rato.
Cierto es que la extenuación puede presentarse como efecto secundario de esta forma de narración, y que Ritchie se viene arriba, regodeándose en la misma. Para esta suerte de historias, tantas veces contada (con mejores formas y maneras), que pisa terrenos trillados, quizá sirva como elemento distintivo.
Nuestra valoración