La redacción de un periódico es el único escenario en que se desarrolla ‘Crónica de una tormenta’, ópera prima de la argentina Mariana Barassi, que adapta la obra teatral ‘Testosterona’. Es Nochebuena, noche cerrada y el edificio está prácticamente desierto. Ernesto Alterio da vida al veterano director del rotativo. Teniendo una grave enfermedad por delante, el consejo editorial le pide que elija a su sustituto entre sus dos subdirectores, interpretados por Clara Lago y Quique Fernández. A lo largo del metraje Alterio y Lago mantienen un diálogo soterrado acerca del poder, la ambición, el futuro y el rol a seguir dentro de la profesión.
De prolongada relación, la sorpresa de la joven es mayúscula cuando su jefe comienza a interrogarla sobre aspectos personales, que afectan al ámbito privado. Se abren paso unas conversaciones que albergan apuntes sociales del máximo interés. Pero en las mismas, se imponen los estereotipos más manidos y recurrentes sobre el carácter y la forma de ser del hombre y la mujer: decididos, dominadores, anteponiendo lo profesional a lo familiar y con pocos escrúpulos los primeros; colaboradoras, condescendientes, familiares y con una visión horizontal del trabajo las segundas.
Película de la que no me creo nada
Barassi se ahorra todos los matices para imponer una visión de las cosas en blanco y negro, que bien podría firmar cualquier concejal indocto de algún partido populista.
Viendo ‘Crónica de una tormenta’ me invade la misma sensación que al estar sentado delante de una ventana observando caer la lluvia del cielo. Al enfrentarse a temas profundos de manera tangencial, estimula situaciones forzadas, dónde un reparto con mili a sus espaldas aparece en ocasiones desenfocado, fuera de sitio.
El giro de guion que ofrece viene a apuntalar unas ideas, con moralina incluida, en las que siento que me toman por niño. La descarnada lucha por el poder y los agasajos que conllevan se dirimen a partir de parámetros, gusten o no, mucho más trascendentes.
Fallida.
Nuestra valoración