Kike Maíllo parafrasea al último trabajo de Lars Von Trier marcándose un El aeropuerto de Jack en ‘Cosmética del enemigo’. Un ligeramente bacheado, fruto seguramente de su organigrama interno, aunque provechoso thriller psicológico basado en la novela homónima de Amélie Nothomb. Cinta con la que el realizador barcelonés prosigue su imparable estela como uno de los jóvenes talentos más estimulantes del panorama nacional, y que el pasado 29 de enero recuperó Filmin para su catálogo tras haber pasado por la sección oficial del último Festival de Sitges. Convirtiéndose en el estreno más visto de la plataforma.
Un trabajo en evidente desventaja si lo equiparamos con lo entregado anteriormente por Maíllo: ‘Eva’ (2011) y ‘Toro’ (2016). Con el tiempo ‘Cosmética del enemigo’ quedará como obra menor del director, aunque ello no le resta un ápice de interés a la propuesta.
La ‘No matarás’ provechosa (y buena)
Si ‘Cosmética del enemigo’ llega a estar firmada por David Victori y protagonizada por Mario Casas, buena parte del público estaría ahora mismo bebiendo Moët & Chandon de los abdominales de este tercer largometraje de Kike Maíllo. Al tiempo, entre trago y trago, que exige, sin caer en la banalidad de quemar mobiliario urbano, estatuillas y más estatuillas en la venidera temporada de premios. Pero claro, como ni es el caso, ni por lo que sea la película es inverosímil, ese espectador mayoritario ha preferido marcarse un desconsiderado y ofensivo: si te he visto no me acuerdo.
Y es que el punto de partida de ‘Cosmética del enemigo’, y hasta buena parte del recorrido, si me apuran; evoca en gran medida a la no muy lejana ‘No matarás’ (David Victori, 2020). Casi parecen hermanas gemelas, paridas en Sitges, y únicamente diferenciadas por la estética propia adquirida luego por cada una. Mientras la de Victori es la choni poligonera de la familia, esta de Maíllo que ahora nos ocupa prefiere el estilo y la clase.
Aventuras aeroportuarias
Jeremiasz Angust es un arquitecto de éxito que, tras una conferencia en París, marcha con premura al aeropuerto para que no se le escape su vuelo de regreso a casa. En el apresurado y lluvioso trayecto una misteriosa y agitada joven lo asalta en mitad de un atasco. Dice llamarse Texel Textor y esgrime llevar largo rato intentando parar un taxi, con nulo resultado. Como su destino final también es el aeropuerto, Jeremiasz decide invitarla a subir.
Pero lo que ni siquiera será capaz de intuir nuestro ingenuo protagonista es que, con esa pequeña chispa de generosidad, está a punto de prender la llama de una desconcertante pesadilla de imprevisibles consecuencias.
Así desarrolla Kike Maíllo está co-producción hispano-franco-alemana rodada en ingles bajo el título original de ‘A perfect enemy’. Aunque aquí ha preferido venderse con idéntico nombre al de la novela «Cosmétique de l´ennemi» en que se basa.
El torbellino Athena Strates
‘Cosmética del enemigo’ es un thriller psicológico que va atrapándote en una tela de araña de dudas y puertas de incierto destino. Aunque, inequívocamente, tienes que poner algo o bastante de tu parte. Dado sobre todo ese peculiar modus operandi que luce en todo momento la propuesta de: todo inminencia, pero sin llegada. Vale que por ello, y por otras cosas que ahora mencionaré, la red no es todo lo sólida que nos gustaría, pero muchos insectos caerán. Yo el primero.
La película es de esas historia que ocultan sus cartas hasta prácticamente la última mano, lo que hará que el espectador se pase gran parte del metraje sin saber a qué atenerse. Algo que a más de uno le puede hacer perder la paciencia. No hay un destino muy claro, y por ello durante los dos primeros actos no habrá asidero al que agarrarse. Lo que desemboca en que esa parte del film se vea con un ligero deje de escepticismo.
A ello hay que unirle que ‘Cosmética del enemigo’ posee una trama supeditada en exclusiva a hechos que, más que vivirlos en primera persona, presenciamos como son narrados.
Y al fin, si eres capaz de quitarte de encima esas pesadas piedras del bolsillo, saldrás a la superficie.
Y uno de los motivos de más peso a la hora de corroer esos lastres, al margen de una resolución de conflictos capaz de sorprender y satisfacer, es la misteriosa, verborreica e impetuosa Athena Strates. La actriz sudafricana, que casi se da a conocer con este film de Kike Maíllo, es un imparable torbellino que en parte compensa lo pretendidamente desabrido de su partenaire, un plano Tomasz Kot demasiado condicionado por su personaje.
También circula por la historia, completando un reparto multicultural, la española Marta Nieto.
Nuestra valoración