Sólido, muy gustoso y sano ejercicio de atmósfera de tensión el entregado en esta tercera entrega de la saga por el debutante en la dirección Gary Dauberman. ‘Annabelle vuelve a casa’ es un festival de espíritus cabreados que sube el listón de la franquicia, cosa nada fácil tras la gran ‘Annabelle creation’ (David F. Sandberg, 2017), y que sirve además para continuar agrandando el mito de Annabelle, convirtiéndola en icono del horror poco a poco y por derecho propio.
Annabelle, la reina del desván
‘Annabelle vuelve a casa’ vendría a situarse a medio camino entre el prólogo de ‘Expediente Warren (The conjuring)’ (James Wan, 2013) y el resto de aquella primera aventura de Ed y Lorraine Warren. Tras aquel percance de la muñeca maldita con unas estudiantes, Annabelle es encerrada en el desván de los Warren, bajo un par de capas de conjuros. Pero el mal está a punto de desatarse de nuevo cuando una amiga de la niñera al cargo de Judy, la hija de los Warren, convierte dicho desván en su piscina de bolas.
Gary Dauberman, ascendiendo de simple guionista a casi dueño del cotarro, convierte ‘Annabelle vuelve a casa’ en un genial ejercicio de atmósfera de tensión. Mirándose, sabiamente, en el espejo del mejor Ti West en general y de la portentosa ‘La casa del diablo’ (2009) en particular. Cierto que, dentro de ese ejercicio, ‘Annabelle vuelve a casa’ se ve ligeramente perjudicada por el hecho de sabernos el engranaje del film. La completa falta de incertidumbre sobre el modus operandi de Annabelle y compañía le quita algo de encanto y fuerza al ejercicio de tensión. Pero ello no le resta un ápice de disfrute al producto.
Gary Dauberman hace y deshace
Como ya he dicho antes, Gary Dauberman ha sido ascendido de concejal a alcalde en ‘Annabelle vuelve a casa’, y como tal ejerce con muy buen pulso, demostrando que la silla no le queda grande.
Si en ‘Annabelle creation’, de la que Dauberman ya era guionista, este optó por cimentar la película desde los personajes, dándoles más peso y profundidad, en ‘Annabelle vuelve a casa’ decide tirar más por la senda del lúdico disfrute, huyendo de desmesurados dramas. Con ello no quiero decir que los personajes de este tercer episodio de la saga estén descuidados, ni mucho menos. Pero no tienen la carga dramática de su predecesora.
Al final Gary Dauberman, cual jefe de pista en ausencia de James Wan, usa dos modelos completamente opuestos pero igualmente efectivos usados correctamente. Habrá quien se quede con la estilosa solemnidad de ‘Annabelle creation’, y habrá quien prefiera la estilosa jarana de ‘Annabelle vuelve a casa’. Pero lo que queda patente es que ambos modelos han resultado igualmente eficaces.
Visualmente Gary Dauberman también demuestra mano izquierda, dejando patente que no confiaron en él por casualidad. Cabe destacar algunos juegos de luces y sombras muy giallo que le dan un toque diferente a la película.
El reclamo de los Warren
Otro atractivo de ‘Annabelle vuelve a casa’ es el retorno del matrimonio Warren, los cuales no lucían palmito por el «Warrenverse» desde ‘Expediente Warren (El caso Enfield)’ (James Wan, 2016). Eso casi convierte esta tercera entrega de Annabelle en una suerte de ‘Expediente Warren 2.0’.
La vuelta de Patrick Wilson y Vera Farmiga, desván mediante, es otro genial recurso, no se si del propio Dauberman o quizás de James Wan, también a cargo de la historia del film, que agranda la sombra de este genial tren de la bruja de tensión sostenida que es ‘Annabelle vuelve a casa’.