‘Aniara‘ es el nombre de una nave espacial. Su destino, Marte, el planeta rojo. La duración del viaje de tan sólo tres semanas, nos indica el grado de avance tecnológico que ha alcanzado la humanidad. Esta producción sueca de ciencia ficción, que no tiene aún fecha de estreno en España, nos sumerge en los avatares de una expedición, convertida en odisea, cuando un inesperado accidente deja a la nave sin combustible.
Periplo espacial
La imposibilidad de modificar el rumbo, adentra la nave en las profundidades del espacio interestelar. La supervivencia del pasaje está garantizada, obrado el milagro de la autosuficiencia, a manos de unas misteriosas algas, capaces de satisfacer las necesidades más perentorias.
Situadas las cosas de esta suerte, la tripulación se enfrenta a la tarea de mantener el orden, impidiendo que la anarquía derive en caos. Para ello, se emplearán los métodos más drásticos y contundentes contra aquellos sospechosos de alentar el derrotismo o de contagiar su desesperanza. Y la verdad se convierte, al igual que sucede en las guerras, en la primera víctima.
La incertidumbre se apodera del pasaje
El retrato de los personajes acierta en mostrar su angustia, impregnada de acusado pesimismo, al carecer su porvenir de referente alguno. Los directores, Hugo Lilja y Pella Kagerman, acompañan el relato de ‘Aniara’ con una puesta en escena claustrofóbica, que te contagia el desasosiego de estas pobres gentes.
La única vía de escape para paliar la amargura del confinamiento, se reduce al vago recuerdo de lo que un día fue nuestro hogar. Y me viene a la memoria viendo la película, aquella foto realizada por la Voyager, inmortalizado a la Tierra en su huída del sistema solar. Impacta verla reducida a un pequeño e insignificante punto azul perdido en la inmensidad, del que teorizó con su habitual perspicacia Carl Sagan. La verdad es que somos poca cosa.
Tráiler de ‘Aniara’